Tuesday, 6 April 2010

Hace un par de días: inicio del horario de verano; prueba inequívoca de que las cosas no son tan correctas que no puedan ser de otra manera, y que, una vez que todo el mundo acepta (de buena o de mala gana) alguna cosa, se convierte en verdadera.

Da como un cosquilleo mental asomarse por la ventana en las mañanas y sentir que todavía las aves no cantan, el cielo aún medio oscuro y la sensación de que aún es muy temprano; para luego mirar el reloj y darse cuenta de que es más tarde de lo acostumbrado.

Hasta hace tres días, recibir visitas al diez para las siete era aceptable, porque no eran las 6:50 (lo que resulta bastante temprano sobretodo siendo sábado) pero ahora, recibirlas a las 5:50 ¿no es casi una pesadilla? Tal vez de todas formas nadie duerme…

Pienso en esas ocasiones en las que las circunstancias son un dolor de cabeza que obliga a respirar y a decir “diablos, que las cosas fueran de tal o cual forma…” Y como las cosas cambian más o menos de manera frecuente, llega un punto en el que ya son “…de tal o cual forma”. El fiasco es descubrir que son igual de desagradables. “¿En qué me basé para decir que serían mejores?”

Las cosas, ayer eran un fastidio y señalé una forma de mejora, que resultó ser igual de terrible porque se volvió presente… La hora hoy es distinta y mañana puede ser otra porque sólo la nombro… Aunque algo haya cambiado sigue siendo lo mismo porque es la “realidad”.

¿Qué nada es verdadero y todo es una simple convención…?

2 comments:

  1. Malditas convenciones, convenimos que las cosas no son como son, para que sean.

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  2. Jaja... Eso sonó bien. Pero, ¿caerá el universo en nuestras trampas de "psicología inversa"...?

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