¿Por qué será que en ocasiones las personas presionan tanto como los ‘bárbaros’ germánicos y asiáticos solían presionar las fronteras del imperio romano? Y no porque presionen para destruir barreras que les abran la oportunidad de descubrir y conquistar una avanzada situación (si bien ya más o menos en decadencia), porque seguro lo único que encontrarán será una persona llena de defectos e inquisiciones profundas, dolorosas y casi sangrientas...
Ni idea. Pero así es. A veces hay quien insiste e insiste hasta que deja tu espíritu y tu voluntad casi exhaustos, hasta que casi dices "diablos, diablos, está bien, gonna let you in even if I will regret it no doubt..." Pero no, los límites, las fronteras deben mantenerse porque por alguna razón (que a veces no te queda del todo clara o ya de plano no puedes recordar) los impusiste en primer lugar. Y hay que confiar en esas resoluciones, sino por otra cosa sólo porque no puedes confiar en nuevas decisiones tomadas en un momento de absoluta desesperación presión.
Levantas un muro imperfecto (porque si incluso las maravillas arquitectónicas realizadas con ladrillos u otros eficaces materiales de construcción no son invencibles ni qué decir de los muros ‘espirituales’, ‘mentales’, ‘personales’) que al fin y al cabo demuestra ser bastante débil, tal vez porque en realidad tienes al enemigo de tu lado, resguardado detrás de tu muro, justo dentro de ti: una especie de campamento interno formado por las mismas ideas y pensamientos de la persona (o personas) de las que quieres huir protegerte.
Aún así, el muro funciona, un rato al menos, quizá porque el elemento ‘sorpresa’ le da puntos. Hasta que poco a poco las personas dejan de ‘atacar’ directamente porque eso no da resultados y sólo trae desgaste. Deciden mejor ‘insistir amablemente’ y casi como los germanos que se apostaron en una parte del muro justo antes de que Adriano subiera al trono, ellos también descansan cerca de las fronteras. "Eh, eh, todo tranquilo, ¿eh? De ningún lado del muro se busca la guerra."
Las cosas parecen marchar bien, hasta que la familiaridad crece e inevitablemente comienza el comercio (bendición y maldición de la sociedad ‘civilizada’), el intercambio… Hasta que con el tiempo los lazos crecen cada vez más, en varias formas distintas y sobre todo, más fuertes, más innegables, se te estampan en la cara... Y el enemigo tiene cosas tuyas (intereses, ideas) y tienes que ceder...
¿Cómo resolverlo? ¿Poniendo más muros o construyendo alcázares por aquí y por allá para jamás bajar la guardia? ¿Soltando leones, siendo agresivo...? ¿Qué hacer? Si ya estás condenado al fin y al cabo... ¿Lo estuviste siempre y no te habías dado cuenta? ¿Fue todo esfuerzo desperdiciado o al menos aprendiste algo...? ¿Continuas resistiendo heroicamente o te rindes...?