No sé porqué me resulta tan curioso pensar que “las cosas” (y noto que esas palabras son excesivamente vagas y generales, pero son necesarias para abarcar el mayor número de posibilidades en la gama de significados) resultan fáciles (en el sentido más estricto de la palabra) sólo en dos ocasiones: cuando no se sabe “nada” (en un sentido no tan estricto… jaja, creo que ya me estoy confundiendo con mi propia retórica) o cuando se sabe “todo” (no, todavía tiene sentido mi frase, es sólo un juego de opuestos).
Una vez que comienza a estudiarse, a “saberse” detalles, procedimientos, conceptos, cualquier cosa, las cosas comienzan a complicarse porque, como no se tienen todas las respuestas, el poco conocimiento que se tiene y el sentido común (sea poco o mucho) empiezan a suplir las deficiencias con inferencias y suposiciones, que por supuesto, no siempre son muy acertadas.
Y aquí viene la gran ironía (supongo que sería una “ironía situacional” porque se esperaría el efecto contrario… not sure, a PhD must check it) de la humanidad: sin importar cuanto se persevere por conocer algo, es imposible saberlo “todo”, ya no digamos en general sino de un solo tema, de una sola área… Así que, la única forma en la que las cosas son fáciles es de una manera en la cual no se puede interactuar con ellas (i.e., no se puede intercambiar nada, ni interés ni información…) Estamos condenados a que las cosas sean difíciles o inútiles… Ah… Qué gran alivio… :-)
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