Wednesday 18 November 2009

Redibujando el Mapa Social: El “Grupo Sin Grupo”

(Aquí uno de mis desvaríos seudo-ensayísticos, creo que entre todo el enredo de mis ideas debe haber algo de lógica… ¿aunque qué diablos es eso?)

En realidad este título (y sí, por si se lo estaban preguntando, sí me inquieta pensar que me parezco un poco a Bécquer mencionando mi título en las primeras líneas de mi texto) tiene varias connotaciones tanto históricas como sociológicas, pero he de explicar que uso los conceptos de una forma más o menos arbitraria y hay altas probabilidades de que una vez expuesta mi idea el término parezca estar mucho más desarticulado con respecto a su referente de lo que en realidad está.

Me guardaré la introducción ya tan conocida para todos los que vivimos en el S.XXI, todo eso de que “Desde hace algunos años, la vida del ser humano ha sufrido una cantidad alta de impensables cambios en un muy corto período de tiempo, lo que ha llevado a…”, y saltaré hasta lo que sigue después de esa introducción, que en realidad es lo importante e interesante.

No es nuevo el escuchar quejas acerca del abandono de las formas antiguas de organización social y sobre todo, de la aparición de formas alternativas de conceptuar la “identidad” (cualquier cosa que esas cosas signifiquen). Leyendo un par de artículos al respecto noté que estas formas que podrían llamarse “nuevas” de encontrar un grupo al cual pertenecer, conllevan una necesaria enumeración de las características que lo hacen ser una organización. Sin embargo, como consecuencia de la total separación entre el ayer y el hoy, y la creciente corriente de individualismo del presente, esta manera de identificarse como parte de “algo” se ha convertido en la descripción no de las características del grupo en sí, sino de los individuos y grupos que se encuentran fuera de él. (Quizá porque resulta más flexible para el grupo decir lo que “no es” que decir lo que “es”.)

{Sin querer convertí el párrafo anterior en una introducción, pero bueno, al menos no fue una tan trillada que parece sacada de un libro de Historia.}

Una gran cantidad de cambios en la vida cotidiana ofrecen muchos “trenes de vida”, “infinitas opciones” (para quien quiera y pueda acceder a ellas, hay que tomar en cuenta que, en lo individual, las opciones pueden considerarse tan infinitas por muchas razones, económicas, sociales, educativas, morales, etc.). Por supuesto que las opciones en realidad, aunque innumerables son limitadas y no superan o si quiera igualan el número de seres humanos. De esta forma la semejanza hace acto de presencia, y sumada a la innata necesidad de “pertenencia”, da lugar a la formación de grupos. Pero “nuevos grupos”, dentro de los cuales, la afinidad de los miembros se base en cualquier cosa. Interesante notar que por imposición cotidiana hay que pertenecer a muchos grupos (porque cada ser humano tiene muchos intereses) y al fin y al cabo no se pertenece a ninguno.

Esta situación no se sostiene por mucho tiempo (¡claro!, la necesidad de identificación) y la consecuencia (evidente) es el compromiso serio de definirse en un grupo. Sin embargo, esto resulta ocioso y va un poco en contra del “individualismo imperante” del capitalismo. ¿Cómo resolver el predicamento? Sencillo, en cualquier punto del tiempo-espacio es posible que se esté adentro o afuera. Así, sólo hay que voltear la situación y tenemos el pertenecer al “grupo sin grupo”. No es extraño cuando se piensa que los grupos cometen una gran cantidad de barbaridades para sobrevivir.

En el mundo moderno, los subgrupos nacidos de la disidencia al grupo más grande (sociedad en general) funcionaron de forma espléndida (incluso en sus fracasos) hasta que la desilusión para los más avispados se hizo obvia: los grupos disidentes funcionan de la misma manera que la sociedad en general: excluyendo y discriminando todo lo que no puede ser comprendido (y por lo tanto no entra en el grupo). La promesa de libertad tuvo que ser sacrificada para mantener la “identidad de pertenencia”.

Este fenómeno pavimentó el camino para la aparición de otro, una serie de actitudes curiosas y en realidad no completamente “modernas” en su esencia. Lo que comenzó como una inocente –y en gran medida inevitable– exclusión, ha dado lugar a un lo que podría identificarse como una “negación de lo indeseable” o de lo “indeseable natural” para ser más exactos, y en esto consistiría precisamente eso de “el redibujo del mapa social”.

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