MEDITACIÓN XVII
(by John Donne, translation mine)
Nunc lento sonitu dicunt, Morieris
Ahora esta campana, que suena suavemente para otro, me dice, "Morirás"
Quizá aquél por quien dobla esta campana está tan enfermo que no sabe que dobla por él; quizá me imagino mucho mejor de lo que en realidad estoy, así como quienes están a mi alrededor y ven mi estado, pueden haber sido quienes pidieron que la campana doblara por mí, y yo no lo sé. La iglesia es católica, universal; y así son también todas sus acciones; todo lo que hace nos pertenece a todos. Cuando bautiza a un niño, esa acción me concierne, porque ese niño desde ese momento está conectado a esa Cabeza, que es mi Cabeza también, e inmerso dentro de ese cuerpo, del que también yo soy parte [esto es, de la Iglesia]. Y cuando entierra a un hombre, esa acción me concierne. Toda la humanidad proviene de un mismo autor, y es parte de un mismo volumen; cuando un hombre muere, un capitulo no es arrancado del libro, sino traducido [esto es, llevado] a un mejor lenguaje, y cada capítulo debe ser de la misma forma traducido. Dios emplea muchos y diversos traductores: algunas piezas son traducidas por la edad, otros por lo enfermedad, algunos por la enfermedad, y otros más por la justicia; pero la mano de Dios está en cada traducción, y en su mano todas esas hojas dispersas se unirán otra vez en esa biblioteca donde cada libro estará abierto, uno frente al otro. Así como la campana que suena para llamar a un sermón no sólo llama al predicador, sino que también pide a la congregación que se reúna, así esta campana nos llama a todos; pero me llama mucho más a mí, que he sido traído mucho más cerca de esta puerta a causa de esta enfermedad.
Alguna vez hubo un desacuerdo que ha llegado ser hasta una acción legal, (en el que piedad, dignidad, religión y auto estima estaban mezclados), acerca de cuál de las órdenes religiosas debería hacer sonar las campanas para la primera plegaria de la mañana; y se resolvió que aquellos que se levantarán más temprano deberían hacerlo. Si comprendiéramos la dignidad de esta campana que dobla para nuestra última plegaria de la noche, estaríamos felices de levantarnos temprano, y de esta forma, que fuera nuestra así como es de aquél para quien efectivamente es. La campana dobla para quien cree que dobla por él; y aunque se interrumpa y guarde silencio, por ese breve instante está unido a Dios. ¿Quién no levanta la mirada hacia el sol cuando éste se levanta? Pero, ¿quién no aparta su ojo de un cometa cuando éste estalla? ¿Quién no inclina su oído hacia una campana que suena por cualquier ocasión? Pero, ¿quién puede dejar de escuchar a esa campana que está trasladando una parte de él fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla, enteramente independiente; cada hombre es parte de un continente, una parte del todo. La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy involucrado en la humanidad, y por lo tanto, nunca mandes a preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti. Y esto no puede ser llamado ni una exigencia de sufrimiento, ni un préstamo de sufrimiento, como si no sufriéramos lo suficiente por nosotros mismos, pero debería traer un poco más de sufrimiento al otro, así como nosotros tomamos el sufrimiento de nuestros vecinos. Verdaderamente sería codicia excusable de nuestra parte si así lo hiciéramos, pues la aflicción es un tesoro, y ningún hombre tiene suficiente de ella. Ningún hombre tiene aflicción suficiente si no madura y crece a causa de ella, y si esa aflicción no lo hace digno de Dios. Si un hombre cuenta su tesoro en lingotes o en oro, y cambia una parte de él por monedas, su tesoro no costeará su viaje. La tribulación es un tesoro en sí mismo, pero no es moneda corriente que pueda ser usada, excepto si lo usamos para acercarnos más y más a nuestro hogar, el Cielo. Otro hombre puede estar muy enfermo, y enfermo de muerte, y su aflicción puede yacer en sus entrañas, como el oro en una mina, y puede ser inútil para él; pero esta campana, que me cuenta de su aflicción, cava en esa mina y me permite a mí usar ese oro, si considerando el peligro que otro corre, comienzo a contemplar el mío, y me encomiendo a mí mismo recurriendo a Dios, quien es mi única seguridad.
Comment:
Considerando a esta pieza como “producto de su tiempo” [mediados del S.XVII], me parece que su aseveración de la interdependencia de los seres humanos pierde un poco de su fuerza para los modernos. Es decir, Donne comprende al mundo como una creación divina interconectada, donde todos comulgamos ante el mismo Dios, el creador, dirigidos por sus vicarios en la Tierra, esto es, los ministros religiosos de la religión cristiana y que esto es lo que nos une. Aunque creo que todos aceptaríamos la primera parte del razonamiento una vez que le quitáramos la palabra “divina”, creo que pocos estarían de acuerdo en la segunda parte.
Y sin embargo, por supuesto que:
1. Parece ser que ningún hombre es una isla, (aunque quizá tampoco es la metáfora más apropiada, puesto que las islas tampoco son autosuficientes como ninguna parte del mundo lo es), pero no porque una unión espiritual sea la única forma de vivir, sino porque la vida sólo existe en la comunicación.
2. La muerte de cualquier persona es importante para nosotros, aunque supongo que no porque nos recuerde nuestra mortalidad, sino porque la vida confiere dignidad en sí misma, y también porque la destrucción de ella es irremediable, y lamentamos todo lo que está fuera de nuestro alcance cambiar / arreglar. (Esto último es una de las diferencias centrales en la concepción moderna y la del Renacimiento, los modernos aspiramos a la “objetividad”, a “una concepción del mundo sin hablar de nosotros mismos”.)
3. La aflicción puede ser positiva, puede hacerte crecer, pero sólo, como Donne brillantemente observa, cuando la conciencia del sufrimiento te hace madurar, esto es, a través de un trabajo interno. (Aquí habría otra diferencia, ya que este trabajo interno realizado por la conciencia, que convierte al sufrimiento en la materia prima de la reflexión, en la opinión moderna, debe producir una autoconciencia mayor, una independencia mayor de los dogmas espirituales, una unión con nosotros mismos y con la naturaleza humana, aceptando también los misterios que están fuera de nuestra concepción, pero no necesariamente identificándolos con Dios, ya no digamos con el Dios de la Cristiandad.)
No obstante, parece que después de que alguien muere sí es como un capítulo arrancado y desaparecido. Es decir, cuántas personas no han muerto sin dejar un solo recuerdo y se han disuelto en el pasado. Por supuesto que los vivos somos quienes nos esforzamos en que esto no suceda, pero nunca queda muy claro si es porque estamos negando nuestra propia vulnerabilidad o porque de veras creemos que su memoria no deba pasar…
En definitiva, en contexto, su meditación es sólo un excelente ejemplo de “La Gran Cadena de Ser”, una idea en la que ya nadie cree y que a lo más es considerada como un “curioso intento por explicar una naturaleza infinitamente diversa y sin embargo unida”. A los modernos nos hace pensar, sin duda, y nos parece el antídoto perfecto a la individualidad, pero ¿tenemos una explicación no religiosa o de plano veneramos ya la diversidad, la unidad, el recuerdo y la conciencia para no venerar nuestro aislamiento?
jeje, me encantó tu post, ;).
ReplyDeleteTe mando un gran abrazo luz :)
Gracias por el comment. Abrazos Findeañeros!!
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