Tuesday 14 April 2009

Mark This Day (El día vino y el día se ha ido)


Lista la primera prueba del poema inspirado en los sucesos de hoy… Supongo que no lo modificaré mucho posteriormente… Y debo aclararme que eso de “siguen siendo los más hermosos” es sólo una metáfora para las ideas que tenía incrustadas sobre la “trascendencia” y no un refrendo de mis sentimientos de hace años (los cuales ya no existen, por suerte…) Incluí referencias a una idea que me ha estado dando vueltas en la cabeza (qué diablos será lo que la gente que lo menciona ve en mi mirada?), mi encuentro a mediodía con alguien que hacía años no veía, algunas referencias a otros textos (míos y de otros) etc…

Ahora: Salía de la facultad iba caminando, iba a despedirme de las personas con las que iba, crash… como un mal sueño, como una mala embriaguez (no he tenido una desde hace años). Miré dos segundos y seguí caminando mientras me tarareaba una canción desconocida. Noté que mis manos temblaban y que mis venas saltaban inquietas. Tuve algo de terror por mi estado mental/emocional (que no ha estado muy bien últimamente de todas formas) y traté de tranquilizarme diciéndome “ok, stay calm, the moment has come, we knew this was going to happen, but all is ok, is not as pretty as it used to be…stay calm…”.

Pero me desesperé antes de ver si mis palabras de consuelo iban a funcionar y cuando crucé la calle me di un golpe tremendo en la mano derecha, para distraer a mis pensamientos. Durante el trayecto sentí tranquilidad (una calma angustiosa) y tuve que ponerme a escribir hasta que llegué a Manuel Glz. Creí que lo escrito no tendría ningún valor diez minutos después de terminarlo, al releerlo… Y comenzaba a quejarme de eso de que “había perdido mi toque” y que “mi vida no tenía sentido si… “ no podía escribir… pero al parecer hablé demasiado pronto… Veremos…


No hay más espera
y la extraña droga de la expectativa ya no induce
el increíble estado mental de la "ilusión".
El cielo no se oscureció temprano
ni mostró tus parpadeos constantes y brillantes,
y en mis ojos hoy no puedo ver los tuyos.

Aún son los más hermosos,
los más profundos pozos
insondables de dilecta emoción
que tiemblan como un trueno
repetido en el tiempo suspendido
de su resplandor.

Aún son los más refrescantes
cantos del atardecer que inicia.
Aunque todo lo tuyo ha envejecido,
tus ojos siguen siendo jóvenes
que exhalan su luz desdeñosa
de encanto y poesía;
pero los míos ya fallan al reflejar
el torrente de su canción.

Siguen siendo los más hermosos de entre
todos los paisajes, los únicos capaces de embriagar
como el sopor de un golpe contra la roca;
pero inutilizan, su intensidad
lo aprisiona todo, todo lo cristaliza.
Y lo mantiene siempre:
como el tiempo sigue pasando.

Aún son dos rombos lacrimógenos
que se alejan sin moverse
como los días se suceden
y el camino se acorta,
como las palabras escritas
que no pueden borrarse.

En mi aliento que se agita al mirarte en tu dolor,
y en tu sonrisa que viaja lejana y se va,
y se separa de mi corazón tembloroso
y jadeante, está el sabor de la emoción,
puede paladearse la pasión, el deseo
de perder la razón y morir a tus pies
mientras persigo a tus ojos desangrados.
Pero de Amor, de sincera devoción,
de algo detrás, que sostenga mi efímera,
mi búsqueda individual, ya no hay nada.

¿Cómo pude ser como el niño estúpido
al que le ha llegado su turno y llora
al lamentar que no podrá seguir esperando?

La adicción es poderosa con sus guías intermitentes
que deslumbran, sus sonidos que ensordecen,
sus noches en vela, sus sangrías, sus pasos
de muerte y desolación. Sus ojos cansados y hundidos,
sus ojos llorosos, perdidos y tristes,
sus rosas de melancolía, púrpuras, arrancadas
y pisoteadas, olvidadas por la razón,
y abandonadas por la calma, la hacen dulce.

¿Cómo pude morir en los labios de quien me amaba
sabiendo que tus ojos eran los más hermosos,
y estaban ahí, suspendidos, flotando
bajo el sol de Abril, despiertos, recostados
sobre el muro... Esperando, quizá?

¿No debí cantar la ternura que me nutría
en mi decepción? No debí cantar la pureza
de tus defectos, tu inmaculada imperfección,
que no trasciende las voces de dolor
y se desvanece con la primera luz de halógeno
que se enciende en la noche de la ciudad.

Y sólo ahora recuerdo que el viento
tocó mis pestañas vencidas bajo el pesar,
como mece las hojas dobladas bajo el peso
húmedo del rocío, y me obligó a levantarme,
me hizo mirarlo a la cara, y su presencia
era el terror de mi ingenuidad que fallecía,
y entre los cadáveres de mis planes e intenciones,
al verme murmuró con labios verdes y refrescantes:

"El día vino y el día se ha ido."

La noche ha caído
y yo camino por los pasajes
que tus ojos conocen muy bien.
Mañana seguirán colgados en el mismo sitio.
Lo sé. No tendré que verlos para saberlo.

Siempre supe que este día llegaría.
El día vino y el día se ha ido.

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