Sunday 28 November 2010

En Defensa del Romance

{En medio de este mundo tan extraño en el cual todo se mezcla y todo se aplica indiscriminadamente pensé ¿por qué no he de dar yo también my two cents en estos estudios postmodernos? Debo decir que, así como he mostrado mi desacuerdo ante las ideas de mis profesores, también ahora he de decir que mi maestro está en el camino correcto al decir que el estudio de la literatura fomenta el conocimiento para “leer signos”, una habilidad que es imprescindible en la vida diaria, en todos los campos y en todas las situaciones. Por cierto, el hecho de que mientras mejor leas signos más completa será tu experiencia estética al consumir cualquier obra –ya sea una novela, un poema, una serie de tv, una película, una pintura, etc.- podría ser lo que, en última instancia justificaría la permanencia del estudio de la literatura en todos los programas de estudio… wow, una idea que sin duda hay que perseguir, pasar por pruebas de validez, y poner a prueba en la práctica…} 

[“Romance” hereafter refers to a particular literary form which enacts a conflict between good and evil, and which in many cases includes a quest or a series of tasks. It is not related at all to love or to the 19th century artistic/ideologic movement known as Romanticism, although a lot of “romantic” works were written during this period.]

Intro o ¿quién dijo que los romances pasaron de moda? Borges escribió (y mis profesores seguro estarán de acuerdo) que a los modernos no les gustaban los romances, i.e. esas historias de "caballería" en donde un "héroe" debe completar un sinnúmero de pruebas y al final quedarse no sólo con el premio a su valentía sino también con la chica (i.e. “get the money and get the girl” :D). La primera vez que escuché la cita me sentí tentada a estar de acuerdo, pero on closer look, debo decir que parece posible desafiar esa opinión tan erudita a la luz de algunos ejemplos. Es decir, los ratings, las ganancias y las ventas millonarias de Narnia, La Brújula Dorada, Lord of the Rings, Harry Potter, Ga'Hoole, Avatar (the cartoon series and also the movie), películas tipo El Último Samurai, El Último Maestro del Aire o Matrix parecen demostrar que a los contemporáneos no sólo nos gustan, sino que nos encantan los romances, vivimos para los romances, y soñamos con ser "el elegido", y salvar al mundo al menos una vez, ganar sabiduría, crecer como seres humanos, y claro, pues también robarnos el corazón de alguien en el proceso. De entre todos los romances que llenan las librerías y las salas de cine hay (unos mejores que otros, jaja) desde los más claramente cristianos-neoplatónicos (Matrix) hasta los más alegóricos y crípticos (Ga'Hoole), en algunos la caballería está presente como un elemento central (Lord of the Rings) y en otros mucho más velada (Narnia) [Por supuesto los ejemplos abundan, hasta comics/películas más alejadas de la tradición del romance como Scott Pilgrim o Watchmen tienen fuertes elementos de esta corriente literaria/ideológica…]. El conflicto es la constante, la búsqueda casi solitaria y sufrida, los amigos que compensan los defectos del héroe o la heroína, el mal representado en los villanos caricaturescos y lo que hay que salvar, sea un reino, un grupo de creencias, un mundo, una persona, etc., las “pruebas” que poco a poco se van complicando hasta llegar al “torneo final”, etc.

{Otro “train of thought” de porqué los romances “pegan tanto” es que tratamos de reconciliarnos con las incongruencias en la representación cristiana del Mesías, y en nuestro intento por compensar esa imagen y completarla de una forma no sólo más lógica, sino también más conveniente para nuestras creencias,  los romances que disfrutamos tienen fuertes matices cristianos mezclados con un sinnúmero de ideas paganas. Hay que tomar en cuenta que la idea de Cristo fue sólo la versión más rentable del dios que muere y renace que ya estaba presente no sólo en las mitologías griegas y celtas, sino también en los ritos persas y egipcios más antiguos e incluso en corrientes orientales como las del “iluminado”.}

{Qué y Por Qué} El romance, según la opinión literaria tradicional, es la forma que presenta en su expresión más pura "el sueño del total cumplimiento de los deseos". En una historia de este tipo encontramos claramente un background formado por valores y actitudes que nos permiten juzgar las acciones de todos los personajes. No nos cabe duda quién es el héroe y quién el villano (aún si podemos justificarlo o comprenderlo sentimos que es “malo”), y por eso mismo nos relacionamos emocionalmente con el primero, lo que contribuye a que, una vez conseguido el éxito, los lectores o espectadores disfrutemos por un segundo "la epifanía de las expectativas colmadas". Los ideales que defendemos, las cosas que creemos importantes son preservados por el héroe, y todos los obstáculos que amenazan la consecución de esta sociedad cuasi-utópica que imaginamos perfecta se encuentran materializados en los villanos. Y a pesar de que esta parcialidad creativa es lo que más contribuye al éxito de los romances quizá sea también la que nos hace censurarlos. Hay algo que no parece funcionar, tanto idealismo los hace "ridículos", "falsos", "infantiles". Y por supuesto que hay algo de todo eso en los romances, después de todo ¿qué se puede esperar de un "sueño" y del "total cumplimiento de los deseos"? No obstante, cada generación necesita sus romances característicos, porque mal que bien todos creemos en un cierto grupo de ideas y despreciamos otros, en otras palabras, siempre hay un conflicto latente entre "lo que debería ser" y "lo que es". Este conflicto, a mi parecer, es mucho más profundo que el conflicto cómico entre "los viejos y los jóvenes", porque involucra los verdaderos motivos que guían nuestras acciones diarias a escala social y no meramente la búsqueda individual de identidad que nos “obliga” a “rebelarnos” contra todos los “errores” de la generación precedente. De este modo, al mirar detenidamente los romances que una generación aprueba y hace suyos, podría descubrirse cuáles son los atributos que para ese grupo es importante (honestidad, amistad, valentía, puede ser casi cualquier cosa) y cuáles son las características que más censura y busca evitar (tiranía, violencia, etc).

Y aún con todo, el romance sigue relacionándose con los cuentos de hadas y se sigue despreciando, se le mira como a una forma menos "seria" que la tragedia o incluso que la comedia, ya ni se diga que la ironía, la cual, por alguna razón, (supongo que el jugar a ser "muy inteligentes y ver más allá de lo evidente" nos gusta a todos, jaja, no, no es cierto, seguro el “desencanto” es lo que está detrás de nuestra elección, curiosamente el “desencanto” es también lo que nos lleva  hacia el romance), la ironía, decía, se ha convertido en la marca distintiva de la modernidad. Por ello es que los autores cada vez se tienen que ver más brillantes y creativos para disfrazar lo idealizado del romance y presentarlo de un modo inteligente, original, fresco y que permita un enlace honesto y sólido con la audiencia. De cualquier modo, aún con todo este diestro maquillaje, los rasgos distintivos del romance no son difíciles de identificar para un ojo entrenado (o en proceso de entrenamiento, como es mi caso).

En lo personal este tipo de historias ejercen un poder casi hipnótico (mucho más de lo que mi “science-focused mind” quiere aceptar), así que cuando la teoría de los Mythos de Frye me permitió acercarme a descubrir cuál es la verdadera razón de que me encanten y cómo es que funcionan estas historias mesiánicas simplemente no me pude resistir. (Espero poder mostrar mis resultados en mi experimento a la Berkeley…  Stay tuned… :D )

{Ahora sí que debo aceptarlo, la teoría y crítica literaria pueden aumentar el disfrute que produce el consumo de ciertas obras… Me equivocaba al decir que las humanidades “no servían para nada”… El error nunca supo tan dulce… :-P}

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