Thursday 24 July 2008

Al Aire Libre

Atrapado el corazón en las dulces notas
que se escurren por entre las cuerdas
doradas de un viejo laúd,
hervía la sangre lentamente;
mientras yo descansaba sobre el prado.

De entre todas las cadenas
que unen a los tañidos las campanas,
las marmóreas miradas
de dos gárgolas infernales
llueven sobre los trozos rojos
de los enamorados.

Y esos restos van cantando
la canción que fue su enfermedad,
su pródromo y su cura posterior;
la canción que entonaban al morir:
la canción de la razón vencida.

El cielo parece ser oscuro
cuando se refleja en los charcos,
pero la luna brilla más
si es que su luz cae sobre ellos.
Las aves sueñan miedos en paralelo
cuando los árboles se mecen tiernos.

Doble noche tormentosa,
de colofón a medio día de invierno,
cuando las tumbas fueron abiertas
y nadie quiso salir.

Porque la piel se ha llenado de sal matutina,
y la herida diurna de la seducción
ha empezado a inundar los suelos,
la arena movediza, la calma alrededor.

Las cruces altas que guardan dioses
cuyos nombres no deben pronunciarse,
conservan también palabras secretas
dentro de cajas de hierro,
junto a brazaletes de plata,
recamados de ilusiones rotas,
recamados de pasión.

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