Amplitud de nuevos años que no sucedía desde hace mucho tiempo, habla de nuevo con tu voz de soledad innecesaria, y calla las voces de los nuevos absurdos. Han murmurado mis sensaciones y me han confesado la verdad: sólo será un momento, sólo lo necesario para respirar y me iré. Bien, obsesión, si prometes recuperar mi cordura y resguardar este valle estacado, caminaré balanceándome en el punto falso del universo, cruzaré el puente de madera carcomida por la lluvia. A cambio sólo te pido un sencillo favor: avísame si puedo interesarme por mí, anúnciame tus juegos para la próxima ocasión.
Como las gotas de agua que salvan de las olas asesinas, pareces carenar las cuadernas de mi perdición. Es un trabajo muy sencillo, pues mi vacío estómago no ha sido viciado en una semana y su rueda de molino trabaja para digerir mis reflexiones. Aquí, los chorros de paz inventan nuevas formas de hacerme perder el equilibrio. Al salir de aquella madriguera con la temperatura de un horno italiano, miro al cielo y absorbo el viento al tiempo que golpea mi rostro. En la lejanía, dibujando el horizonte de los cuadros de adobe y ladrillo rojo, surge de entre las copas arbóreas un sueño fantástico. Casi como Atenea o sus ínfimas musas voltea, nota mi mirada y taladra en mi cabeza. Dos segundos después me impide gritar. Efervescencia agresiva desde el interior de un volcán escupe lava de excusas y justificaciones.
En ese espacio paralelo que forman las cuadras vulgares escucho un grito amortiguado por la sordina de las ventanas ojivales: sustráete a la pasión.
Y si, de la mejoría de campos minados recuperas tu piel, la alegría de la sencillez es plena y llena con su estima. Y si, por la timidez de tu sonrisa obligo a mis hojas a flotar ante mí, podría necesitar menos que tú, y el ajetreo jalaría mis cabellos hasta arrancarlos, expresando sólo el eximio final.
Aquí mi sonrisa enferma y aclara, pues también a través del humo el mundo es diáfano y suena, calla y resuena. Silencio.
En el alba y durante el tiempo que falta para el atardecer, que asesina al que fue una vez el nuevo día, que hace nacer al que lo asesinará otra vez, en todo ruido violento, hay siempre silencio.
Todo me hace detenerme, y hoy soy menos. Antes al menos me observaba bien: me has sustraído. Si me sustraigo a las pasiones, libero las consecuencias de las situaciones. Me sustraigo, pero sólo me arrobo en la enajenación.
Pierdo. Caigo.
Y una vez más… Silencio.
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