Se vive solamente si la tarde es calma,
si los ruidos de la gente pueden apagarse
con las ensoñaciones diurnas,
con la sordina de un par de ideas.
Los pensamientos engrandecen y de la tierra
surgen para elevarse, los recuerdos
que desde los zapatos hasta los ojos empañan
a la razón con el vapor de su dulzura.
Una efusión vuelve a ser importante, arrebata,
y se desconoce porqué alguna otra vez
se la juzgó peligrosa, si sólo es amarga
su capacidad para congelar los dedos.
Y entonces apareces, como pintado fielmente
en el aire que respiro con desgano,
mientras una risa hueca se clava en la piel.
Príncipe de Azur, mis ruegos, van hasta el cielo,
y a la par de mis locos, vespertinos intentos,
vuelven de inmediato a desfallecer.
Pero ven, con tus brillos medio sombríos,
medio misteriosos, con esos bríos tuyos
que convierten la historia en blanco y negro
en el gris constante de estos años.
Pero ven sólo en la madrugada, ven,
cuando la medianoche ya haya muerto,
cuando cualquier cosa puede ser verdad,
cuando no es necesario que algo dicho
parezca verosímil para ser juzgado cierto,
cuando mi país casi en ruinas se afana
en mantener viva su lucha por la justicia.
Ven, porque de entre todos los ideales
de la humanidad, ni los de mi Patria
me seducen como el fascinante azur.
Y si mis libros rezan que un consenso es posible,
pero que la paz es más que improbable,
no les creas... ¡Mienten!
Es un acuerdo entre tú y yo lo imposible,
pero contigo a mi lado la paz se crea,
si los ruidos de la gente pueden apagarse
con las ensoñaciones diurnas,
con la sordina de un par de ideas.
Los pensamientos engrandecen y de la tierra
surgen para elevarse, los recuerdos
que desde los zapatos hasta los ojos empañan
a la razón con el vapor de su dulzura.
Una efusión vuelve a ser importante, arrebata,
y se desconoce porqué alguna otra vez
se la juzgó peligrosa, si sólo es amarga
su capacidad para congelar los dedos.
Y entonces apareces, como pintado fielmente
en el aire que respiro con desgano,
mientras una risa hueca se clava en la piel.
Príncipe de Azur, mis ruegos, van hasta el cielo,
y a la par de mis locos, vespertinos intentos,
vuelven de inmediato a desfallecer.
Pero ven, con tus brillos medio sombríos,
medio misteriosos, con esos bríos tuyos
que convierten la historia en blanco y negro
en el gris constante de estos años.
Pero ven sólo en la madrugada, ven,
cuando la medianoche ya haya muerto,
cuando cualquier cosa puede ser verdad,
cuando no es necesario que algo dicho
parezca verosímil para ser juzgado cierto,
cuando mi país casi en ruinas se afana
en mantener viva su lucha por la justicia.
Ven, porque de entre todos los ideales
de la humanidad, ni los de mi Patria
me seducen como el fascinante azur.
Y si mis libros rezan que un consenso es posible,
pero que la paz es más que improbable,
no les creas... ¡Mienten!
Es un acuerdo entre tú y yo lo imposible,
pero contigo a mi lado la paz se crea,
aunque sólo respire por breves momentos.
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