Sangrando frágilmente:
mis brazos heridos por el desespero y su poesía;
aullando a la noche,
ésa en la que entendería
porqué todo es sobrevalorado.
Un instante que divide lo que ha sido
de aquello que está a punto de ser.
Raramente había soñado con tanta soledad,
con tanto enfermizo silencio.
Encontré una antigua pieza escrita,
que yacía sobre una húmeda cama;
encontré esa interminable pieza escrita,
que yacía junto a mi joven tumba.
Frágiles vidrios son mis manos; hoy,
que todo es rojo y violeta.
No podría ver ese par de ojos perfectos,
pero es fácil percibir la duda de la noche.
Un segundo que divide lo que ha sido
de aquello que desde ahora será.
Bajo mi piel vive la ruindad,
vive el amor, vive la ausencia.
He aquí esta medianoche cuando
encontré una antigua pieza escrita
que yacía sobre nuestra húmeda cama:
yacía junto a mi propia tumba.
“Flotando como un ángel entre la multitud
En la noche ibas perdido.
Y jamás he visto tu corazón
Pero es capaz de lastimarme el recordar
Que más de una vez recé por verte morir”
Podría ser que realmente no siente
congoja mi amargo corazón.
Quizá simplemente está asustado.
(En realidad no me preocupa.)
Escucha la ternura que trae el canto de las aves,
observa la luz traída por la oscuridad con su canción.
La madrugada ha creado un nuevo encanto:
éste no es el hechizo del amor,
es sólo el veneno de un estéril ardor.
Pero esta noche he silenciado a mi culpa
mis brazos heridos por el desespero y su poesía;
aullando a la noche,
ésa en la que entendería
porqué todo es sobrevalorado.
Un instante que divide lo que ha sido
de aquello que está a punto de ser.
Raramente había soñado con tanta soledad,
con tanto enfermizo silencio.
Encontré una antigua pieza escrita,
que yacía sobre una húmeda cama;
encontré esa interminable pieza escrita,
que yacía junto a mi joven tumba.
Frágiles vidrios son mis manos; hoy,
que todo es rojo y violeta.
No podría ver ese par de ojos perfectos,
pero es fácil percibir la duda de la noche.
Un segundo que divide lo que ha sido
de aquello que desde ahora será.
Bajo mi piel vive la ruindad,
vive el amor, vive la ausencia.
He aquí esta medianoche cuando
encontré una antigua pieza escrita
que yacía sobre nuestra húmeda cama:
yacía junto a mi propia tumba.
“Flotando como un ángel entre la multitud
En la noche ibas perdido.
Y jamás he visto tu corazón
Pero es capaz de lastimarme el recordar
Que más de una vez recé por verte morir”
Podría ser que realmente no siente
congoja mi amargo corazón.
Quizá simplemente está asustado.
(En realidad no me preocupa.)
Escucha la ternura que trae el canto de las aves,
observa la luz traída por la oscuridad con su canción.
La madrugada ha creado un nuevo encanto:
éste no es el hechizo del amor,
es sólo el veneno de un estéril ardor.
Pero esta noche he silenciado a mi culpa
y al vacío de mi interior.
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