the explanation: i wrote this first in english (with a somewhat foolish rhythm) and i wrote it to someone, but now it does not seem to matter cause that "someone" is never gonna read it... i notice it may not seem a passionate poem but it is almost a kind of confession....
et enfin... quelques jours libres, j'en ai besoin pas seulement pour loisir, quand même pour travailler à le roman, et aussi je dois essayer d'égarer ma tête de quelques dangereux désirs... j'éspere que cet texte soit le prèmier et le dérniere...
FICCIONES DE LOS DEDOS
Dime, dime,
¿dónde te escondes?
¿Dónde podría encontrarte esta noche?
Todo este tiempo
con tus pupilas brillantes,
sabía que sólo podías estar pensando
en el tiempo en tus manos.
Ficciones de los dedos
deslizándose en las calles,
ficciones de un moribundo que hoy,
como siempre se aferra
a los sueños, y ficiones de pasión:
esas ficciones son dulces,
pues derrotan a la memoria
y a sus obstáculos.
Jamás te he visto dormir.
Tú jamás
has escondido tus miradas de mí;
mas no existe nada tan doloroso
como el aullido del viento
mientras va arrancando las hojas
de este árbol revuelto.
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
FICTIONS OF FINGERS
Tell me, tell me
where do you hide?
Where should I meet you tonight?
All this time
your eyes were shinning so bright
I knew you could only be thinking
of time in your hands.
Fiction of fingers
slides on the streets,
fiction of a dying who is
clinging always onto dreams
and fictions of passion,
those fictions are sweet,
they defeat memory and its obstacles.
You do not ever sleep.
You never
hide your looks from me;
but there is nothing as painful
as the howling of wind
while it's ripping off leaves
from this shaken tree.
"If you look long enough into the void the void begins to look back through you." F.W.N. (or so I've heard they say...)
Sunday, 7 December 2008
Fictions Of Fingers
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Reseñas Cotidianas
Thursday, 23 October 2008
En Caso De Que El Tiempo Pase De Largo
Una revisión a un poema escrito hace más o menos cuatro años (de hecho más de cuatro años). Al parecer esta nueva versión mejoró varios aspectos: pérdida del rígido esquema, mayor imaginería, etc... (Además de una explicación plausible a la composición final, la cual tuve en mente muchísimo antes que el resto del texto...)
Todavía me pregunto diariamente,
¿a qué tipo de energía responde
ese devenir tuyo, insulso, rítmico
afectado? ¿ese devenir mundano?
Por la tarde me detuve
en la cabina telefónica,
sólo un segundo
para retener a mis ideas.
Hoy es por fín otro día,
el número doscientos seis
de tu continua deshidratación
de mis venas.
Tu pálido rostro, tu piel de duelo,
de luto y de entierro
reviven mis anhelos.
Soy un ave de rapiña,
que ahora acecha a tus ojos
que desvanecen para siempre
mis deseos por la muerte.
Desde las hojas de la cabina se oye
mi nueva canción:
"Te besaré ante el altar mayor,
cual ligera,
romántica composición,
mis labios apenas rozarán tu cuerpo,
pero te rendirás,
si afuera azota el viento."
Todavía me pregunto diariamente,
¿a qué tipo de energía responde
ese devenir tuyo, insulso, rítmico
afectado? ¿ese devenir mundano?
Por la tarde me detuve
en la cabina telefónica,
sólo un segundo
para retener a mis ideas.
Hoy es por fín otro día,
el número doscientos seis
de tu continua deshidratación
de mis venas.
Tu pálido rostro, tu piel de duelo,
de luto y de entierro
reviven mis anhelos.
Soy un ave de rapiña,
que ahora acecha a tus ojos
que desvanecen para siempre
mis deseos por la muerte.
Desde las hojas de la cabina se oye
mi nueva canción:
"Te besaré ante el altar mayor,
cual ligera,
romántica composición,
mis labios apenas rozarán tu cuerpo,
pero te rendirás,
si afuera azota el viento."
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Monday, 6 October 2008
Entropía Esfuerzo
Huesos
con negligencia arrojados al pavimento,
cantando su clac-clac incesante,
burlones se visten con los recuerdos
dolorosos de la carne;
los gatos hambrientos los persiguen
y lentamente los atrapan,
eternizan los crujidos
en sus mandíbulas muertas.
Suena la melodía enfermiza
y escalofriante de este,
nuestro desquiciante banquete,
y los ruidos, medio eufónicos,
medio discordantes,
acorralan a las conciencias
y traen a la memoria
el llanto de las catedrales,
el latido de los demás muros
al presentir y sufrir de antemano
su ya próxima debacle.
(Porque la tierra se agita
furiosa,
bajo nuestros pasos descuidados.)
Y tanto rugen el suelo,
las paredes de humo
y los huesos en el potro
del hambre agónica,
que todo se vuelve queja:
el viento que silba en las ramas
y las aves que silban en ellas,
en su calma belleza
no son sino formas nuevas de queja
que reflejan las lágrimas
de nuestra superficie,
tal y como la cara
del charco en la calle
reflejaría el arcoiris,
si aún hubiera esperanza.
Todo se lamenta
de su pronto final,
de su prometido desenlace
en la farsa de la vida;
mas sólo aquellos que luchan y mueren
constituyen la verdad
(si es que ésta existe)
dentro de nuestra absurda mentira.
Gracias a aquellos caídos,
no deberíamos morir luchando
jamás,
deberíamos morir sólo resistiendo
en el constante cambio,
en el trabajo de la mutabilidad.
Pero sin querer
olvidamos lo palpitante,
para darle espacio a recordarsólo lo que lacera.
con negligencia arrojados al pavimento,
cantando su clac-clac incesante,
burlones se visten con los recuerdos
dolorosos de la carne;
los gatos hambrientos los persiguen
y lentamente los atrapan,
eternizan los crujidos
en sus mandíbulas muertas.
Suena la melodía enfermiza
y escalofriante de este,
nuestro desquiciante banquete,
y los ruidos, medio eufónicos,
medio discordantes,
acorralan a las conciencias
y traen a la memoria
el llanto de las catedrales,
el latido de los demás muros
al presentir y sufrir de antemano
su ya próxima debacle.
(Porque la tierra se agita
furiosa,
bajo nuestros pasos descuidados.)
Y tanto rugen el suelo,
las paredes de humo
y los huesos en el potro
del hambre agónica,
que todo se vuelve queja:
el viento que silba en las ramas
y las aves que silban en ellas,
en su calma belleza
no son sino formas nuevas de queja
que reflejan las lágrimas
de nuestra superficie,
tal y como la cara
del charco en la calle
reflejaría el arcoiris,
si aún hubiera esperanza.
Todo se lamenta
de su pronto final,
de su prometido desenlace
en la farsa de la vida;
mas sólo aquellos que luchan y mueren
constituyen la verdad
(si es que ésta existe)
dentro de nuestra absurda mentira.
Gracias a aquellos caídos,
no deberíamos morir luchando
jamás,
deberíamos morir sólo resistiendo
en el constante cambio,
en el trabajo de la mutabilidad.
Pero sin querer
olvidamos lo palpitante,
para darle espacio a recordarsólo lo que lacera.
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Thursday, 25 September 2008
El Compás Final Del Vals
¿Dónde, oh, dónde escondiste esa sonrisa tuya
que robó miradas y levantó rumores?
No importa ahora, entre los humos de la música callada,
hoy que tu nueva mueca de dolor los provoca mejor.
¿Dónde le permites deambular a tu vieja temeridad,
a todo tu orgullo que defendía mis falsas palabras?
Ah, al final todo da igual, cada vez que respiras.
¿Me escucharás cuando lo diga? Que jamás te amé.
Y por cierto
perdí el mazo malvado
que compraste con tu último sueldo,
la noche que jugamos en la oscuridad,
en ese pésimo bar inglés.
Lo perdí.
Los colores del bufón desvanecidos
en las grises heridas de la vida cotidiana,
el rey muerto como tú, asesinado a traición,
la reina, que ha vuelto desde donde vino,
y ahora palpita ebria
en la ardiente pasión de su nuevo amado.
Han llegado al límite del terrible e inexorable final.
Adiós, ha llegado mi hora de hacer lo mismo.
De cualquier forma,
¿te divertiste -jajaja-
en nuestra entretención de danza clásica?
Yo casi podría decir que sí.
Hey, pero no me mires.
Realmente me divertí.
En serio. Adiós.
que robó miradas y levantó rumores?
No importa ahora, entre los humos de la música callada,
hoy que tu nueva mueca de dolor los provoca mejor.
¿Dónde le permites deambular a tu vieja temeridad,
a todo tu orgullo que defendía mis falsas palabras?
Ah, al final todo da igual, cada vez que respiras.
¿Me escucharás cuando lo diga? Que jamás te amé.
Y por cierto
perdí el mazo malvado
que compraste con tu último sueldo,
la noche que jugamos en la oscuridad,
en ese pésimo bar inglés.
Lo perdí.
Los colores del bufón desvanecidos
en las grises heridas de la vida cotidiana,
el rey muerto como tú, asesinado a traición,
la reina, que ha vuelto desde donde vino,
y ahora palpita ebria
en la ardiente pasión de su nuevo amado.
Han llegado al límite del terrible e inexorable final.
Adiós, ha llegado mi hora de hacer lo mismo.
De cualquier forma,
¿te divertiste -jajaja-
en nuestra entretención de danza clásica?
Yo casi podría decir que sí.
Hey, pero no me mires.
Realmente me divertí.
En serio. Adiós.
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Thursday, 4 September 2008
Outside, Looking In
I've got a young friend
who plays the piano,
with moisted eyes and slipping fingers
he masters it.
And his songs are a whole depiction
of my long forgotten days of rain.
My father looks down on him
and sometimes in the evening
he shouts at me
for other longings and he wishes for revenge
from old times' memories which he cannot stand.
My friend's hands sing
while my father's die at the hospital.
One day father came in
and he asked "what the hell do you do?"
I knew he was tired and not mad
thus I remained silent.
Father claimed, "I save lies,
I give my flesh and blood to apply science,
while you're dreaming of sailing away,
you create a needle
that pierces and pollutes light."
My friend let his eyes shine
for the first time ever to say,
"I prevent lives from being in danger,
thanks to me you rest at least an hour
out of a complete month's madness."
My furor in rage mingled with theirs,
but my memory freed away.
Mother, while alive,
used to sing a phrase,
"one day at a time".
Does a Doctor heal himself
when he hears it ringing in his ears?
Does a Musician get
the full meaning out of it?
Sunday, 31 August 2008
El Momento
Hay, entre los días tranquilos y nublados, algunas horas insensatas, casi lluviosas, como absurdos presagios de muerte, que me provocan un agudo dolor en la nuca. Nada de lo antes vivido me parece más terrible que esos breves momentos de lúcido reproche que se me enroscan en los tobillos y me taladran el pecho.
Una vez, alguien sentado a mi lado dibujó dos o tres retablos sangrientos y blasfemos. El verde de la piel sobre el lienzo, el rojo purpúreo de la sangre sobre la piel del lienzo, mis ojos hundidos y llorosos derramados sobre el líquido que manchaba la piel que adornaba el lienzo: todo ese presente de pasión hoy es pasado. Pero aún, casi cada persona que se cruza en mi camino y sonríe con talante sereno, se me figura a ese artista improvisado cuyo fantasma se pasea entre mis manos que respiran vida y entre los pliegues polvorientos de mi memoria.
No había notado, en más de siete años, que la vista de ciertas personas o ciertos paisajes perturbaba mi corazón y mi cuello, dando el mismo efecto que el causado por presenciar los errores ortográficos grabados en los cristales de los autobuses. Lo noté hasta hace un par de días, cuando los cabellos excesivamente rizados y dos ojos enormes, inmóviles, suspendidos por la fuerza magnética del monstruoso y gordo cuerpo de una madre me golpearon con su verdad.
Lo que jamás se había escapado a mi mente eran las risas nerviosas de otros tiempos y mi peligrosa ingenuidad, que como una nube de mediodía contaminaba cada rincón de pureza en mi habitación.
Una vez, alguien sentado a mi lado dibujó dos o tres retablos sangrientos y blasfemos. El verde de la piel sobre el lienzo, el rojo purpúreo de la sangre sobre la piel del lienzo, mis ojos hundidos y llorosos derramados sobre el líquido que manchaba la piel que adornaba el lienzo: todo ese presente de pasión hoy es pasado. Pero aún, casi cada persona que se cruza en mi camino y sonríe con talante sereno, se me figura a ese artista improvisado cuyo fantasma se pasea entre mis manos que respiran vida y entre los pliegues polvorientos de mi memoria.
No había notado, en más de siete años, que la vista de ciertas personas o ciertos paisajes perturbaba mi corazón y mi cuello, dando el mismo efecto que el causado por presenciar los errores ortográficos grabados en los cristales de los autobuses. Lo noté hasta hace un par de días, cuando los cabellos excesivamente rizados y dos ojos enormes, inmóviles, suspendidos por la fuerza magnética del monstruoso y gordo cuerpo de una madre me golpearon con su verdad.
Lo que jamás se había escapado a mi mente eran las risas nerviosas de otros tiempos y mi peligrosa ingenuidad, que como una nube de mediodía contaminaba cada rincón de pureza en mi habitación.
Caminaba por el parque de siempre, el único parque que conozco, el único lugar que nunca se ha separado de mí, y el único que no me tortura con momentos ni sensaciones. Recordé cómo sus cabellos me acariciaban meciendo las circunstancias en no menos de seis sílabas. Siempre afirmaba la desesperación sin que nos diéramos cuenta que era un lugar común.
—¿Recuerda a su hija mayor, la delgada y escurridiza jovencita cuyo nombre era el de una hermosa ave?
Temí que mi confesión tan patética comenzara brillante de ridícula dulzura y decayera hasta convertirse en un triste desvarío. Tanta desolación y escalofriantes memorias se apretujaban detrás de mis ojos, que me sentía en la banca de algún jardín psiquiátrico, escupiendo mi vida entre temblores y falsos exorcismos.
No tuve que esperar a conocer la respuesta. No era necesario saber si ella aún se acordaba o si se había marchado para siempre entre densas nieblas de locura, pues yo aún percibía en el dorso de mi diestra los toques de sus manos torpes, y en mis oídos perturbados estridentes cantaban sus gritos de desamparo.
Cuando hubo desaparecido de mi cotidianeidad estudiantil, me dije que seguro estaba con su padre. Pero sólo lo dije porque no supe jamás nada de él. Ahora que lo analizo con calma, no había razón para creer algo así, pero aquella posibilidad había sido tan lógica como plausible y había traído tanta tranquilidad a mi culpa, que me era imposible separarme de ella.
Ocurrió un día cuya mañana se ha desvanecido de mi memoria, un año después de la última vez que nos habíamos encontrado. Yo estaba en casa, dormía. En medio de mis sueños, como ruido de fondo, como sonidos incidentales, llegaban hasta mi mente los ritmos pesados de los tambores: la banda de la escuela ensayaba para el mismo concurso del año anterior. Doce meses antes la tarde era soleada, ahora era nublada y soplaba un viento fresco de finales de mayo. A ratos, el sol se asomaba de entre las amenazas de lluvia, a ratos no. Todo era la oscuridad de mis párpados cerrados.
No sé exactamente qué me despertó: el sonido de las torretas, de los autos, los murmullos, los gritos de los vecinos. Mi cuerpo se estiró en un estremecimiento involuntario y abrí los ojos. El aire que entraba a través de los vidrios de la ventana me molestaba. Me levanté y caminé hasta la puerta.
La gente se hallaba en corros en los resquicios que dejaban los automóviles aparcados en el estacionamiento. Habían hecho lugar para una ambulancia y varios autos de policía. No había visto tanta gente reunida desde el último terremoto. Pero esta vez las macetas se hallaban inmóviles y no se veía la razón de la angustia general.
Recorrí dos o tres veces los grupos de personas sin buscar a nadie en especial. ¿Cómo iba a saber que las fallas continentales de mi desesperación habían encontrado nuevas tierras que fragmentar? Los telones parecían caer desde el cielo hasta cada una de las dudas que las personas se atrevían a compartir entre ellas. Padres, madres, hermanos, vecinos, dos o tres amigos. No recuerdo si realmente tenía amigos o solamente hablaba conmigo. Seguramente no tenía amigos, pero la conocían muchísimas personas.
—He notado que su hermana es igual a ella. Sólo que muchísimo más orgullosa, más presuntuosa. No me conoce, mas yo la conozco. Sé su nombre. La reconozco cuando abro los ojos a medianoche y vuelven a atormentarme esas conversaciones.
Siempre me hablaba de miles de cosas que no me interesaban. Cuando yo hablaba, me daba cuenta que no podía entenderme. Se esforzaba por hacerlo, pero no lo lograba. Yo comprendía cabalmente todas las palabras que salían de su garganta, pero no me importaban. Aquello que me fascinaba era lo que más temía mi incipiente deseo de conocimiento: sus ataques de furia.
Mis ataques de furia nunca habían sido tan explosivos ni tan censurables. Siempre sucedían en situaciones donde estaban hasta cierto punto justificados y mi retórica no dejaba pasar uno solo de esos sucesos sin explicarlo con ejemplos o argumentos bellamente tejidos. Los veía sólo como un ejercicio mental.
—Una vez se levantó, arrojó unos lápices y un libro hacia la cabeza de alguien. ¡Ja! Fue muy divertido. Su cabello bien atado desapareció entre los trozos de vidrio. Vi cómo su llanto se desperdiciaba en el piso. Y me quedé en silencio.
Meses antes de la confusión en el vecindario, una pareja de amigos se sentó a nuestro lado durante el descanso. Los cuatro estábamos hartos de las clases. Ninguna lectura parecía satisfacer nuestros intereses. A mí no me cabía duda de que el aniversario de mi muerte se hallaba ya muy cerca. Mi amigo y su novia comenzaron a presumir sus estudios de geometría, que sólo lo eran porque se hacían con un compás. Ofrecieron favorecernos con una demostración: observé cómo clavaba la punta metálica en ella y cómo la jalaba hacia él, con firmeza, sin furia.
Justo en ese momento desarrollé la habilidad que más aprecio hasta el día de hoy, la habilidad de cerrar los ojos, tragar saliva y crear un nuevo "yo", inmune a cada inesperada sensación escalofriante escurriéndose sobre mí. Aquella creación, siendo la primera, tardó unos cuantos segundos, que duraron milenios sobre mi conciencia.
Estuvieron sangrando un rato, unos diez o quince minutos, y entonces tomó mi mano para salir de ahí. Los dejamos a los dos solos. Era como estar en un árbol, guardando la compostura, observando los abismos que se abrían entre las olas del mar. Ninguna llanura había quedado libre de los arados. Todo era ocupado por esos campesinos mal vestidos y heridos, que recorrían una y otra vez campos propios.
—Le dije que no sentía lástima por ninguno de los tres y que no pensaba que en algún momento iba a sentir vergüenza por aquellas siembras decepcionantes.
Dije la verdad en todo, pero el tiempo probó que me equivocaba. Ahora no sólo siento pena, sino una necesidad imperiosa de cubrirlo todo, como la tierra cubre los cadáveres y el sol los convierte en polvo.
—Le dije que debía intentarlo.
En realidad no lo recuerdo, sin duda debí haberlo dicho, yo o alguno de ellos. Cuando se trataba de vanagloriarse, éramos tan inexpertos que no controlábamos nuestras palabras. Lo recomendábamos para asegurarnos que sabíamos lo que hacíamos, que disfrutábamos todas esas ocupaciones ociosas y degradantes.
El jugo de frutas frescas cubría mis manos y bañaba mis dientes, que nunca han sido demasiado derechos ni demasiado funcionales. El trabajo es siempre de mi lengua y de mi mandíbula. Todo mi rostro se entrega a las coyunturas y a las articulaciones, sólo mis manos viajan y se ocupan sin preguntarles su opinión. Era tan dulce lo que bebía y mi pulso se detenía cuando nos mirábamos directo a los ojos.
La gente que caminaba entre la ambulancia y los agentes preguntando qué había sucedido desconocía todo eso. Me preguntaba quién había caído o si acaso sólo se había tropezado.
—Le dije que no se acercara tanto al pozo, que era cuestión de lanzar un par de monedas como se lanzan a una fuente, con la esperanza de recuperarlas años después, como se pierden en el océano.
No puedo asegurar que lo dije, sin duda debí haberlo dicho.
Había perdido mi capacidad para leer e interpretar. Sólo me detuve a pensar en lo que había sucedido entre las personas que me conocían y aún no negaban mi presencia. Pero no había nadie a mi lado y mi reflexión concluyó pronto. Yo también me acerqué a los curiosos, fingiendo que no me interesaba mirar, jugando a estar ahí de pasada, sin intención.
Lo que temía había ocurrido: mi conversación se había convertido en una especie de catártico suplicio, absurda subvención de sentimientos, mas dejó de importarme de inmediato. Ninguno de mis dedos podía ayudarme ahora a detenerme, a tomar una rama o algún filón saliente de una roca. No me era posible quedarme cerca de mí, las casas habían comenzado a desmoronarse con lentitud.
—Nunca supe dónde diablos estaba. ¿Lo sabe usted? Vi que nada cambió y pensé que regresaría en poco tiempo. Pero la rutina ocupó cada espacio con su cinismo habitual y cada día me parecía igual a los anteriores. Parecía que nunca habían pasado semanas ni meses. Hasta hoy me doy cuenta que han pasado varios años y ninguno de los cuatro regresó. Nunca supe dónde diablos estábamos, no puedo ir a buscarme.
Su madre siguió sentada en el sitio de siempre: luego de un tiempo la encontré ahí, hablando con las mismas personas de otras veces. Pensé que las habladurías infundadas de los vecinos eran falsas. Había tantos nombres flotando en las alas de aquella tragedia, que ninguno era más verosímil que otro. Me tranquilicé y seguí en mi desvarío. Hacía años que no veía a ninguno de mis dos amigos, por lo que lo sucedido se evaporó como las gotas de lluvia. Al día siguiente salió el sol.
Yo no volví a verla. Pero, ¡diablos! Tampoco era que nos viéramos a diario, es más, había pasado un año sin que cruzáramos palabra. Si había sucedido tanto en una tarde, cuántas cosas no habían podido pasar en un año…
Cualquier cosa podría haber acontecido, algo que no incluyera ninguna herida, ningún traumatismo, ningún sueño ni ningún descanso. Tal vez algo agradable, una cura menos colorida para los problemas diarios. Sí, seguro eso fue. Nada apunta a que haya sido mi culpa. Tantas cosas suceden sin razón, y el tiempo se detiene unos segundos. Esos segundos que dividen lo que fue de lo que será a partir de entonces.
Pudo haber sido cualquier cosa. Una de esas verdades sagradas hechas de granito, que se rascan para obtener un pequeño souvenir: una o dos pizcas de polvo. Una de esas verdades que empiezan a resquebrajarse hasta que terminan por romperse justo por la mitad. Una de esas verdades que existen para refugio de tu cordura durante toda la vida.
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Thursday, 31 July 2008
El Círculo De La Tragedia
¿Oprime el terror tu corazón
todavía de niño
encerrado en un rostro jovial,
casi optimista?
Oh, no temas ni un segundo más.
No temas.
Lo que verás mañana,
lo que hoy imaginas,
aquello que ahora congela
la corriente líquida
en los caminos de tu cuerpo,
no es más que una experiencia...
Esta sensación medio siniestra
no es más que un pánico infantil
ante la aún más siniestra realidad.
¿Temes a la experiencia?
¿Temes al hecho que te dejará
una marca en la memoria?
Oh, no temas ni un segundo más.
No temas.
Porque si tu corazón sale roto
de este nuevo suceso que se avecina,
si tu espíritu surge destrozado
de entre los restos que deje
tu cuerpo luego de la masacre
que la verdad perpetrará sobre ti,
todavía podrás recoger los pedacitos
que llorarán regados en el piso.
Y entonces te darás cuenta
que, en realidad, no has cambiado tanto.
"Esta amargura de hoy se incubaba
desde hace años en la energía del viento
que me rodeaba", dirás.
La fuerza de una nueva experiencia
juntará una vez más los trozos
desvaídos y agónicamente palpitantes
de tu hasta hace dos segundos,
ingenuo corazón.
Y la ilusión de una nueva sensación
que llegará a tus huesos
animará a tu espíritu destrozado,
y lo hará caminar de nuevo.
Cuando mañana regreses meciendo
tu húmedo rostro en tus lívidas manos,
piensa sólo que saliste casi ileso...
¿Ileso? ¿Ileso?
¡Claro! ¡Claro!
Quizás hayas perdido la paciencia del corazón,
la ilusión del alma, la esperanza del principio,
la energía para seguir, la confianza en tus manos.
Pero ah...
Ya veo a la nueva experiencia
marchando hacia ti,
y despojada de sus ropas,
viene a mostrarse ante ti, desnuda,
sin mentiras, sólo con ambiciones
(tal vez no del todo razonables),
viene a mostrarse ante ti, sincera,
tal y como la pasada experiencia llegó...
Viene a inyectar de energías
a tu espíritu que se duele, abandonado;
sabiendo que ella también te dejará
derrotado como la anterior expectativa.
Pero la experiencia nunca miente,
escucha sus ilusiones y escúchalas bien,
porque desde mañana serán las tuyas...
Desde mañana esas esperanzas te guiarán
y te darán la nueva confianza
que dentro de dos días te quitarán.
Pero la experiencia nunca miente.
No, no, no temas ni un segundo más.
No temas.
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Sunday, 27 July 2008
Soñando Sobre Un Parabrisas
- Una suerte de experimento... El Futurismo se encuentra con el Romanticismo... Con tanta suerte que parece una noticia de nota roja convertida en poesía... (al más puro estilo dadá)
Dijiste "Te ves excelente"
Dije "¿En serio? ¿Realmente lo crees?"
Y sonreí para conservar el ambiente.
"Te doy la bienvenida, al fin,
aunque todavía te niegas"
Pero ahora, ¿dónde dejaste tu fuerza,
ese desenfado que eclipsaba lo demás?
Ah... mi amado que ha estado durmiendo
durante veinte largas noches,
ha estado soñando sobre un parabrisas,
pero murmura que se encuentra bien.
Cómo desearía que compartiera
lo que siente entre esas sabanas,
pero sólo sigue gritándome
"trata de no dormir".
De pronto, recuperé mi dolor de cabeza.
¿Cómo es que este elegante atuendo
me inundó con la tristeza?
Un par de jeringas, buenos ánimos,
"lo perdí todo en la avenida".
Surgieron de una botella de engaño.
Fueron tan suaves como la seda
de tus manos en las mías.
Y mi mejor amigo, es imposible de hallar,
no me ha llamado en dos eternos años.
Seguro piensa que mi adicción
me envolvió en su tersura y su voz.
A veces me parece que esta grangrena
me dividió en dos partes y me desgarró,
pues ha perforado valles en mí,
y me ha castigado con justicia.
De pronto, recuperé mi dolor de cabeza.
¿Cómo es que estas horas se mueven
y se paralizan sobre mi cabeza?
Sólo dos jeringas, furor, intención,
y el tiempo se escapó.
Pero las conclusiones que alcanzaste
a confesar entre suspiros serán
las premisas que usaré en mi argumento
con la muerte para traerte hasta mí;
te traeré de regreso aún si debo deslizarte
debajo de mi gabardina, te deslizaría
incluso debajo de mi piel, hasta el corazón.
(Y cuando esté frente a la muerte,
en el borde de la implacable vida,
no olvidaré eso de:)
"Te ves excelente"
"¿En serio? ¿Realmente lo crees?"
"Si muriese hoy, seguro que descansaría en paz,
ahora que he escuchado mi nombre en tus labios."
Dije "¿En serio? ¿Realmente lo crees?"
Y sonreí para conservar el ambiente.
"Te doy la bienvenida, al fin,
aunque todavía te niegas"
Pero ahora, ¿dónde dejaste tu fuerza,
ese desenfado que eclipsaba lo demás?
Ah... mi amado que ha estado durmiendo
durante veinte largas noches,
ha estado soñando sobre un parabrisas,
pero murmura que se encuentra bien.
Cómo desearía que compartiera
lo que siente entre esas sabanas,
pero sólo sigue gritándome
"trata de no dormir".
De pronto, recuperé mi dolor de cabeza.
¿Cómo es que este elegante atuendo
me inundó con la tristeza?
Un par de jeringas, buenos ánimos,
"lo perdí todo en la avenida".
Surgieron de una botella de engaño.
Fueron tan suaves como la seda
de tus manos en las mías.
Y mi mejor amigo, es imposible de hallar,
no me ha llamado en dos eternos años.
Seguro piensa que mi adicción
me envolvió en su tersura y su voz.
A veces me parece que esta grangrena
me dividió en dos partes y me desgarró,
pues ha perforado valles en mí,
y me ha castigado con justicia.
De pronto, recuperé mi dolor de cabeza.
¿Cómo es que estas horas se mueven
y se paralizan sobre mi cabeza?
Sólo dos jeringas, furor, intención,
y el tiempo se escapó.
Pero las conclusiones que alcanzaste
a confesar entre suspiros serán
las premisas que usaré en mi argumento
con la muerte para traerte hasta mí;
te traeré de regreso aún si debo deslizarte
debajo de mi gabardina, te deslizaría
incluso debajo de mi piel, hasta el corazón.
(Y cuando esté frente a la muerte,
en el borde de la implacable vida,
no olvidaré eso de:)
"Te ves excelente"
"¿En serio? ¿Realmente lo crees?"
"Si muriese hoy, seguro que descansaría en paz,
ahora que he escuchado mi nombre en tus labios."
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Príncipe de Azur
Se vive solamente si la tarde es calma,
si los ruidos de la gente pueden apagarse
con las ensoñaciones diurnas,
con la sordina de un par de ideas.
Los pensamientos engrandecen y de la tierra
surgen para elevarse, los recuerdos
que desde los zapatos hasta los ojos empañan
a la razón con el vapor de su dulzura.
Una efusión vuelve a ser importante, arrebata,
y se desconoce porqué alguna otra vez
se la juzgó peligrosa, si sólo es amarga
su capacidad para congelar los dedos.
Y entonces apareces, como pintado fielmente
en el aire que respiro con desgano,
mientras una risa hueca se clava en la piel.
Príncipe de Azur, mis ruegos, van hasta el cielo,
y a la par de mis locos, vespertinos intentos,
vuelven de inmediato a desfallecer.
Pero ven, con tus brillos medio sombríos,
medio misteriosos, con esos bríos tuyos
que convierten la historia en blanco y negro
en el gris constante de estos años.
Pero ven sólo en la madrugada, ven,
cuando la medianoche ya haya muerto,
cuando cualquier cosa puede ser verdad,
cuando no es necesario que algo dicho
parezca verosímil para ser juzgado cierto,
cuando mi país casi en ruinas se afana
en mantener viva su lucha por la justicia.
Ven, porque de entre todos los ideales
de la humanidad, ni los de mi Patria
me seducen como el fascinante azur.
Y si mis libros rezan que un consenso es posible,
pero que la paz es más que improbable,
no les creas... ¡Mienten!
Es un acuerdo entre tú y yo lo imposible,
pero contigo a mi lado la paz se crea,
si los ruidos de la gente pueden apagarse
con las ensoñaciones diurnas,
con la sordina de un par de ideas.
Los pensamientos engrandecen y de la tierra
surgen para elevarse, los recuerdos
que desde los zapatos hasta los ojos empañan
a la razón con el vapor de su dulzura.
Una efusión vuelve a ser importante, arrebata,
y se desconoce porqué alguna otra vez
se la juzgó peligrosa, si sólo es amarga
su capacidad para congelar los dedos.
Y entonces apareces, como pintado fielmente
en el aire que respiro con desgano,
mientras una risa hueca se clava en la piel.
Príncipe de Azur, mis ruegos, van hasta el cielo,
y a la par de mis locos, vespertinos intentos,
vuelven de inmediato a desfallecer.
Pero ven, con tus brillos medio sombríos,
medio misteriosos, con esos bríos tuyos
que convierten la historia en blanco y negro
en el gris constante de estos años.
Pero ven sólo en la madrugada, ven,
cuando la medianoche ya haya muerto,
cuando cualquier cosa puede ser verdad,
cuando no es necesario que algo dicho
parezca verosímil para ser juzgado cierto,
cuando mi país casi en ruinas se afana
en mantener viva su lucha por la justicia.
Ven, porque de entre todos los ideales
de la humanidad, ni los de mi Patria
me seducen como el fascinante azur.
Y si mis libros rezan que un consenso es posible,
pero que la paz es más que improbable,
no les creas... ¡Mienten!
Es un acuerdo entre tú y yo lo imposible,
pero contigo a mi lado la paz se crea,
aunque sólo respire por breves momentos.
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La Ficción Necesaria
Por esta nueva vez
el travieso tambor no está
escurriéndose en las manos,
sino que se ha mantenido
donde siempre ha debido estar:
se encuentra dentro del pecho;
y sin embargo golpea más fuerte
que en los antiguos lozanos tiempos,
pues le escucho al mismo volumen
que cuando dormía bajo las mangas.
Ahora no hablan lenguas extranjeras,
sino que se oye el idioma de las cinco líneas
en tu mirada metálica, color acero,
que reflejan la existencia
de un par de ojos oscuros.
"Cuando crucé la puerta",
no me acuerdo de mí.
Acércate a inundar mis labios
con la canción de los tuyos,
que la manera en la cual sangras
tus repeticiones de mis palabras
y las acentúas con tu risa infantil,
gutural, espontánea,
es tan hermosa como los llantos
enamorados sobre el charco de vinagre
que se derrama luego del placer
doloroso y redentor
de la auto-flagelación.
"Cuando crucé la puerta",
volví a detener mis temblores
para fijarlos con mayor dulzura
y por más tiempo en mi memoria.
el travieso tambor no está
escurriéndose en las manos,
sino que se ha mantenido
donde siempre ha debido estar:
se encuentra dentro del pecho;
y sin embargo golpea más fuerte
que en los antiguos lozanos tiempos,
pues le escucho al mismo volumen
que cuando dormía bajo las mangas.
Ahora no hablan lenguas extranjeras,
sino que se oye el idioma de las cinco líneas
en tu mirada metálica, color acero,
que reflejan la existencia
de un par de ojos oscuros.
"Cuando crucé la puerta",
no me acuerdo de mí.
Acércate a inundar mis labios
con la canción de los tuyos,
que la manera en la cual sangras
tus repeticiones de mis palabras
y las acentúas con tu risa infantil,
gutural, espontánea,
es tan hermosa como los llantos
enamorados sobre el charco de vinagre
que se derrama luego del placer
doloroso y redentor
de la auto-flagelación.
"Cuando crucé la puerta",
volví a detener mis temblores
para fijarlos con mayor dulzura
y por más tiempo en mi memoria.
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Thursday, 24 July 2008
Al Aire Libre
Atrapado el corazón en las dulces notas
que se escurren por entre las cuerdas
doradas de un viejo laúd,
hervía la sangre lentamente;
mientras yo descansaba sobre el prado.
De entre todas las cadenas
que unen a los tañidos las campanas,
las marmóreas miradas
de dos gárgolas infernales
llueven sobre los trozos rojos
de los enamorados.
Y esos restos van cantando
la canción que fue su enfermedad,
su pródromo y su cura posterior;
la canción que entonaban al morir:
la canción de la razón vencida.
El cielo parece ser oscuro
cuando se refleja en los charcos,
pero la luna brilla más
si es que su luz cae sobre ellos.
Las aves sueñan miedos en paralelo
cuando los árboles se mecen tiernos.
Doble noche tormentosa,
de colofón a medio día de invierno,
cuando las tumbas fueron abiertas
y nadie quiso salir.
Porque la piel se ha llenado de sal matutina,
y la herida diurna de la seducción
ha empezado a inundar los suelos,
la arena movediza, la calma alrededor.
Las cruces altas que guardan dioses
cuyos nombres no deben pronunciarse,
conservan también palabras secretas
dentro de cajas de hierro,
junto a brazaletes de plata,
recamados de ilusiones rotas,
recamados de pasión.
que se escurren por entre las cuerdas
doradas de un viejo laúd,
hervía la sangre lentamente;
mientras yo descansaba sobre el prado.
De entre todas las cadenas
que unen a los tañidos las campanas,
las marmóreas miradas
de dos gárgolas infernales
llueven sobre los trozos rojos
de los enamorados.
Y esos restos van cantando
la canción que fue su enfermedad,
su pródromo y su cura posterior;
la canción que entonaban al morir:
la canción de la razón vencida.
El cielo parece ser oscuro
cuando se refleja en los charcos,
pero la luna brilla más
si es que su luz cae sobre ellos.
Las aves sueñan miedos en paralelo
cuando los árboles se mecen tiernos.
Doble noche tormentosa,
de colofón a medio día de invierno,
cuando las tumbas fueron abiertas
y nadie quiso salir.
Porque la piel se ha llenado de sal matutina,
y la herida diurna de la seducción
ha empezado a inundar los suelos,
la arena movediza, la calma alrededor.
Las cruces altas que guardan dioses
cuyos nombres no deben pronunciarse,
conservan también palabras secretas
dentro de cajas de hierro,
junto a brazaletes de plata,
recamados de ilusiones rotas,
recamados de pasión.
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Wednesday, 23 July 2008
Sustracción
Amplitud de nuevos años que no sucedía desde hace mucho tiempo, habla de nuevo con tu voz de soledad innecesaria, y calla las voces de los nuevos absurdos. Han murmurado mis sensaciones y me han confesado la verdad: sólo será un momento, sólo lo necesario para respirar y me iré. Bien, obsesión, si prometes recuperar mi cordura y resguardar este valle estacado, caminaré balanceándome en el punto falso del universo, cruzaré el puente de madera carcomida por la lluvia. A cambio sólo te pido un sencillo favor: avísame si puedo interesarme por mí, anúnciame tus juegos para la próxima ocasión.
Como las gotas de agua que salvan de las olas asesinas, pareces carenar las cuadernas de mi perdición. Es un trabajo muy sencillo, pues mi vacío estómago no ha sido viciado en una semana y su rueda de molino trabaja para digerir mis reflexiones. Aquí, los chorros de paz inventan nuevas formas de hacerme perder el equilibrio. Al salir de aquella madriguera con la temperatura de un horno italiano, miro al cielo y absorbo el viento al tiempo que golpea mi rostro. En la lejanía, dibujando el horizonte de los cuadros de adobe y ladrillo rojo, surge de entre las copas arbóreas un sueño fantástico. Casi como Atenea o sus ínfimas musas voltea, nota mi mirada y taladra en mi cabeza. Dos segundos después me impide gritar. Efervescencia agresiva desde el interior de un volcán escupe lava de excusas y justificaciones.
En ese espacio paralelo que forman las cuadras vulgares escucho un grito amortiguado por la sordina de las ventanas ojivales: sustráete a la pasión.
Y si, de la mejoría de campos minados recuperas tu piel, la alegría de la sencillez es plena y llena con su estima. Y si, por la timidez de tu sonrisa obligo a mis hojas a flotar ante mí, podría necesitar menos que tú, y el ajetreo jalaría mis cabellos hasta arrancarlos, expresando sólo el eximio final.
Aquí mi sonrisa enferma y aclara, pues también a través del humo el mundo es diáfano y suena, calla y resuena. Silencio.
En el alba y durante el tiempo que falta para el atardecer, que asesina al que fue una vez el nuevo día, que hace nacer al que lo asesinará otra vez, en todo ruido violento, hay siempre silencio.
Todo me hace detenerme, y hoy soy menos. Antes al menos me observaba bien: me has sustraído. Si me sustraigo a las pasiones, libero las consecuencias de las situaciones. Me sustraigo, pero sólo me arrobo en la enajenación.
Pierdo. Caigo.
Y una vez más… Silencio.
Trapped
“…We look before and after,
and pine for what is not…”
Percy Bysshe Shelley
Cuando la dolencia en mi cabeza me domina en forma sutil, puedo mirar a través de la terrible oscuridad de la alameda. Entonces, ya no practico fingir un perfecto estado de salud. Mis ojos giran en más de una dirección para cerciorarse de la habitual soledad. Así es mejor, de lo contrario, comenzaría a hablar y notaría a la indolencia excitando mi mal humor.
and pine for what is not…”
Percy Bysshe Shelley
Cuando la dolencia en mi cabeza me domina en forma sutil, puedo mirar a través de la terrible oscuridad de la alameda. Entonces, ya no practico fingir un perfecto estado de salud. Mis ojos giran en más de una dirección para cerciorarse de la habitual soledad. Así es mejor, de lo contrario, comenzaría a hablar y notaría a la indolencia excitando mi mal humor.
Sé que debería estar haciendo otra cosa, sí, lo sé. Hay montañas de pendientes trabajos acumulándose a mi alrededor, posados con presunción sobre el escritorio a guisa de calvario. Mas no me importan, no ahora; ahora la eufonía del nerviosismo o tal vez sólo mi mente pueden aún llevarme a algún lugar inaccesible para los demás.
En ocasiones me llevan a pensar en el futuro, mas como éste se vislumbra pésimo, las más, me regresan al pasado. Me recuerdo pensando en el presente e imaginando tiempos optimistas aún por venir. Veo justo lo que puede verse desde la ventana de un apacible hogar: un sueño de actuar con la mesura de los notarios, o inspirar confianza como un conciliador abogado, quizá campear entre los estadistas. Cualquier ocupación que libere de la admonición o la censura.
Puede haber un momento en el que se sospeche al día siguiente como algo grandioso sólo por ser desconocido, y sin embargo, nace decepcionante. No sé qué esperaré y no sé si llegue alguna vez. ¿Sufriré siempre por el pasado y desesperaré por el porvenir? ¿Qué pasó con el aquí y el ahora? ¿Dónde está el presente?
Puede ser una irracional farsa o un peligroso error, pero está justo en medio de la esperanza y la desilusión. Es la persistencia del sol, la pasividad de la voluntad, el principio de la agonía: la verdadera muerte. Después de todo, uno no muere cuando el cuerpo se paraliza, sino cuando la paciencia se rinde a la suprema angustia en una batalla perdida contra la fatalidad que en ocasiones dura demasiado. Si se nace mortal siempre se camina hacia la muerte.
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Ensoñación Agreste
Bajo mis pasos agonizaba un alga roja,
no me importó: la asesiné con mi sed.
¿Quién podría alguna vez pensar que
la frescura se hallaría tan indefensa?
Tanto anhelaba yo abonar los campos
dejando a mi cadáver regalar etanol,
mas mi vida fue llamada y me corté,
silente siguió mi sangre a tus pies.
Tu corazón luchaba ese día por latir,
le infundí una razón para verse tranquilo.
Abriste los ojos, sólo entonces deseé darte
la flor que a veces riega mi sinceridad.
Aunque mi cuerpo era impuro, su espíritu
poseía un alma noble creciendo enamorada,
no investigó qué pensaba negar mi razón:
el ansia de la sencillez lo dominaba.
Mientras tu mirada huía hacia arriba,
yo la perseguía con agria desesperación,
¿cómo obtener celestial belleza, cómo
vestir la blancura falsa de la ilusión?
Corrí tras el brillo fugado de tu iris,
con afán de asegurar que al menos eso
me pertenecería unos breves segundos.
Tus venas no escuchaban aún mis rezos.
Levanté mi cabeza con altanería, lloré,
esta vez sin hipocresía, el orgullo olvidado,
la nueva humildad se condensaba en nube:
llovíamos de la mano juntos por un tiempo.
¿Debería agregar que viví el cielo?
La tierra da en ocasiones buenos frutos,
pero ninguno tan fresco como tenerte.
Es verdad. Nos mataría para estar contigo.
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Sunday, 13 July 2008
Conversación Junto A La Cama De Un Doliente
“ Death is the high life’s meed ”
John Keats
Joven como era, se encontraba descansando contra su voluntad sobre una fresca cama blanca. Las sabanas parecían lijas que se turnaban para lacerar su tersa piel. No quedaba ya mucho de la lozanía que días anteriores había robado tantas miradas en las calles. Junto a su lecho hacían acto de presencia dos o tres aparatos, hijos de la más novedosa tecnología, que aún siendo tan útiles y magníficos, no alcanzaban la condición de milagrosos. La puerta del cuarto se abrió sin hacer el mínimo ruido: en este inmueble privado cada semana se encargan de refrescar los goznes con aceite caliente. El convaleciente recibió a su amada incondicional, quien largo tiempo había permanecido ausente. Ambos corazones estaban inflamados de la misma multitud de sentimientos, tan arrebatadores como sinceros: compasión, arrepentimiento, afecto y otros miles, para cuya descripción todavía no ha descubierto nuestro lenguaje imperfecto palabras lo suficientemente capaces. Sin embargo, y que agradezca nuestro corazón, a diario rebosante de púas despiadadas, sí hemos creado vocablos que, sin expresar nada, son más valiosos que el oro en ciertos momentos. Como prueba, escuchemos el saludo sin intención de quien cruzó el limpio umbral hace un par de segundos:
—¿Cómo estás?
Entreabriendo los ojos se vislumbró la respuesta:
—Casi bien. Pero...
Luego de que una penosa pausa interrumpió el apenas iniciado diálogo, la joven garganta postrada por extrañas situaciones, murmuró en un suspiro que quiso extinguirse sin darse importancia:
—Supongo que muy pronto me iré. Ya lo siento.
—¿Qué es lo que sientes?
—Ya sabes, siento que no falta mucho para la muerte.
—No puedes decir eso. ¿Cuántas veces has estado al borde de ella? ¿Cuántas veces has percibido sus embates cercanos como para asegurar que reconoces las señales de su acercamiento?
—Siempre.
—Nunca hasta entonces habías estado al borde de la muerte.
—Te equivocas. Siempre lo he estado. Desde mi nacimiento no he hecho sino caminar hacia ella. A veces pienso que no sé si la verdadera razón de vivir es la muerte.
—¿De qué hablas?
—De que siempre he sabido mi prometido final, pero hasta ahora he podido comprender lo que significa. Los dolores me abrasan como nunca lo hizo el tibio sol en mis días más felices. La ansiedad me baña con el sudor del remordimiento por todas las cosas que hice, y el pesar que trae con ella no es comparable con el culpable placer del que gocé alguna vez. En realidad puedo decir que siempre la muerte me había acechado, sedienta de mi sangre, hambrienta de mi carne mancillada; si bien nunca, hasta hoy, he logrado comprender que estos escalofríos, estos temblores son causados por sus huecos pasos que se dirigen a cerrar la última ventana de mis esperanzas.
—¡Ah, ya! Efectivamente te escucho y creo que al menos en forma incompleta, como sucede de continuo con los pensamientos expresados mediante la palabra, alcanzo a entender tus dolorosas ideas. Pero hay algo confuso. Hablas como un ser humano que escucha, ve, gusta, huele y siente con su cuerpo criminal. ¿No sería buen momento para dejar de escucharlo, después que sólo te ha ofrecido frutos jugosos pero estériles?
—¿Qué quieres decir?
—Que si es verdad que nuestros conocimientos provienen de los sentidos, también esos estremecimientos presagio de la muerte proviene de ellos, ¿no es así?
—Pues poco más o menos.
—Sí, bueno, en fin. Lo que intento decir es que tu saber sólo funciona en tu carne apasionada, arrebatada a diario por los furores y dada, eventualmente, al desfallecimiento. Por lo tanto, relégalos, como hijos de una experiencia imperfecta. No pienses más en si debes decidir no expiar o confesar tus pecados; de lo que has hecho hasta ahora ya se hará la cuenta final y veremos después cuál es el resultado. Por ahora descansa, juro que te pondrás bien, mientras mires con ojos mucho más expertos.
—Me gustaría mucho que en realidad escucharas tus palabras y las creyeras, pero sé que tú no cifras tu fe en la supremacía de la razón sobre el corazón y veo, con tristeza, que la seguridad de la que haces gala es sólo la máscara que vistes como forma de darme ánimos para el postrero momento.
—Te equivocas. Sí, es cierto que yo nunca he creído en el poderío de la razón, pero no te hablo de eso ahora. Mis palabras no contradicen mis creencias. ¿Me hablas de que has sentido a la muerte siempre cerca de ti y que hasta ahora te das cuenta que era ella? Pero has sentido con el cuerpo y hablas con el cuerpo ahora. Mira con tu espíritu y verás que no notarás nada sobre la muerte. En nuestra alma se encuentra grabado como sobre piedra la idea de la inmortalidad, la única idea que es verdaderamente humana.
—Qué hermoso hablas. —Y se dibujó en aquel maltratado rostro una triste sonrisa.
—¿Me crees?
La joven se quedó esperando la respuesta. Mas cuando observó que él había exhalado ya su último suspiro, murmuró:
—Lo sabía, sabía que te pondrías bien. No puedo sino amar la tranquila condición en que ahora te hallas, ya que no puedo envidiarla, puesto que tú no la disfrutas.
Dirigió sus pasos hacia la puerta y salió.
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Saturday, 12 July 2008
La Lluvia Me Despierta Del Error
La dulzura del paso del tiempo
empieza morbosamente a mezclarse
en un baile herético y fuerte
(como las lluvias o el huracán),
con el intento de desencanto
que el mundo quiere siempre
perpetrar dentro de mis ojos.
Las calles se derriten ante mí,
pero ya no alcanzan a llegar
sus espíritus a mis esfuerzos,
y sus corazones pavimentados
ahora no entran más en el mío.
Tal vez esta situación (nueva y así
conocida por ser más que redundante,
casi repetitiva, frustrante)
esté relacionada con la naturaleza
de mi vida y también
con la de mi próxima muerte.
El monstruo citadino que gotea
su pastosa materia que buscó
la lluvia para su gelatinoso "yo";
en el día nuevo que siempre despierta
lleno, lleno de energía y yo, (¡ah!)
que cada día despierto menos aquí:
mi mente que se burla de mi convicción
y despierta cada díaun poco más muerta.
empieza morbosamente a mezclarse
en un baile herético y fuerte
(como las lluvias o el huracán),
con el intento de desencanto
que el mundo quiere siempre
perpetrar dentro de mis ojos.
Las calles se derriten ante mí,
pero ya no alcanzan a llegar
sus espíritus a mis esfuerzos,
y sus corazones pavimentados
ahora no entran más en el mío.
Tal vez esta situación (nueva y así
conocida por ser más que redundante,
casi repetitiva, frustrante)
esté relacionada con la naturaleza
de mi vida y también
con la de mi próxima muerte.
El monstruo citadino que gotea
su pastosa materia que buscó
la lluvia para su gelatinoso "yo";
en el día nuevo que siempre despierta
lleno, lleno de energía y yo, (¡ah!)
que cada día despierto menos aquí:
mi mente que se burla de mi convicción
y despierta cada díaun poco más muerta.
Los Solitarios
Calma, despacio. En realidad no es tan complicado como cualquier otra cosa. Es sólo cuestión de estar aquí, de pie, sin dormir, y moverse. Pero la prisa, ¡vaya! Eso siempre es un problema. No es rapidez por conquistar el destino, es angustia por hallarlo. Así, mientras el pienso verde aclara de golpe sus saludables tonos, el cielo se oscurece un poco, a pesar de apenas haber anunciado al mediodía.
El semblante y el corazón son discordantes gotas de lluvia balanceándose entre la amargura de la desesperanza y la dulzura de la vida decantándose con lentitud ante los días.
El azar era una serpiente de colores brillantes, titilando entre los cabellos del parque, dibujando eses engañosas y seductoras. Marchaba delante, no hacía sino marcar mi camino, hasta que de improviso se detuvo un segundo, incorporó su cabeza junto con la parte delantera de su majestuosa figura, tensó su cuerpo y saltó hacia el cuello del caminante que precedía mis pasos. Me paré en seco, mientras el reptil producía un ruido extraño, casi un bufido en el cuello de su víctima, quien, en un espasmo de supervivencia, agitó su mano derecha, arrojando de un empujón brusco a la serpiente. Ella salió volando hacia donde me encontraba, y me golpeó quedamente en el tobillo izquierdo, en el instante preciso en el que me disponía a levantar mi pie para dar un paso. Fue un golpe ligero, casi como un latido, así que no me importunó, pero no supe cómo, cuando volví a levantar mi pie, la mitad del cuerpo sinuoso se había enredado en mi tobillo, manteniendo la otra parte en el suelo, por lo qué tropecé y, aunque no caí, todo mi ser se sobresaltó. De un brinco superé a la serpiente.
—¡Demonios! ¿Por qué…? Casi me…
No obstante mi voz en grito, la anterior presa del reptil se hallaba ya un poco lejos, y no hizo caso a mi maldición.
—¡Hey!
Grité de nuevo, esta vez con más suerte o con más ánimo, pues conseguí que el caminante diera media vuelta y me mirara de arriba abajo, descubriéndome su rostro juvenil y cansado, así como su cuerpo, esbelto, pero un poco menos perfecto que aquél espléndido del azar. No supe qué decir, pues ahora tenía la atención total de un interlocutor desconocido, que además, me observaba estupefacto y casi podría asegurar, algo receloso. Me límite a repetir mi interjección, esta vez en voz más baja y sin agitación, al tiempo que me acercaba a él.
—La serpiente, saltó de pronto, la serpiente en tu cuello —balbuceé mientras señalaba de mi garganta a mi tobillo con mano temblorosa—, me hizo tropezar.
—¡Ah! Lo siento, sólo quería quitármela de encima, no pensaba molestar a nadie. No te había visto. Perdón.
—No importa. —Dije, y sonreí.
Sonreí con mi mueca más lozana y alegre, con un movimiento sincero, convulso, sin visos de la hipócrita cortesía tan común últimamente, pero el joven no me veía ya. En cuanto pronunció sus disculpas, giró su cuerpo para darme la espalda. Ahora seguía su camino. Troté un momento y lo alcancé, tomándolo del brazo.
—Hey, ¿caminas?
Mi interlocutor giró los ojos en una obvia expresión de fastidio y burla.
—Eh, sí. ¿O qué parece que hago? —Preguntó con sarcasmo.
—No lo sé. Lo dudé por un segundo.
—¿Qué dudaste?
—Dudé que caminaras. —Respondí con decisión.
—¿Eh? ¿Por qué?
—No lo sé.
—Ah, ya. —Murmuró aburrido.
—Es decir, no deberías caminar solo. Caminar no es una de esas actividades que uno debería hacer solo. Es como comer o como el amor, inclusive. Si uno lo hace solo, si uno come sin compañía, por ejemplo, cumpliría su cometido, la actividad se realizaría y se haría bien, así, sin más, sería “funcional” —y aquí me detuve un momento para tomar aire—, mas se privaría uno de lograr una actividad igual de “funcional” pero mucho más divertida. No sé, mucho más memorable.
—¡Ah!
—Pienso…
—¿Actividades memorables? Hay mil actividades inmemorables que se llevan a cabo a diario, ¿y qué? ¿Por qué caminar habría de ser distinto?
—No lo sé, tal vez se lograría más durante la caminata. ¿Qué tal mirar el paisaje? ¿Ver lo que hay alrededor?
—¿Eso se lograría caminando con alguien? —Preguntó mi interlocutor, quien gradualmente iba incluyéndose activamente en la conversación.
—Quizá, lo qué sí sé es que no se logra a solas.
—Pues… Tal vez si uno caminara con alguien sería peor, ya sabes, la obligada plática distraería la observación.
—No tanto —contesté con rapidez— la plática podría ser acerca de lo que se ve. Sin embargo, caminando uno solo, va uno tan absorto en no sé qué, que el paisaje te salta al cuello y no lo notas.
—Pues… —Y el joven se río en voz baja de mi comentario.
—Por eso, no deberías caminar sin compañía, en qué peligros te…
En ese momento giró su cuerpo hacia mí, escudriñándome una vez más, pero en esta ocasión lo hizo como tratando de encontrar algo desesperante y repulsivo en mi persona. Sin duda, mi valoración de su tarea actual le había molestado, o sólo le había enojado un poco el hecho de que, sin conocerlo, le hiciera una observación que sonaba a reprimenda y mandato a la vez. Guardé silencio.
—¿Ah, sí? ¿Y qué hay de ti? —Inquirió desafiante.
—¿De mí?
—Caminas sin compañía. Si hubieras ido tres pasos delante de mí hace un rato, la serpiente habría atacado tu cuello y no el mío, y, ya que caminabas a solas, no te habrías prevenido tampoco. Así que, ¿por qué no te aplicas tus consejos en lugar de intentar dármelos?
—Yo no camino sin compañía. Camino contigo.
—¡Bueno! —Respondió el joven encogiéndose de hombros, en actitud de hastío—. Ahora sí, pero fue hasta hace poco. Antes…ambos caminábamos solos, tú detrás de mí. Un par de solitarios.
—En absoluto —negué con la cabeza—, yo caminaba contigo. Ya había decidido estar contigo, caminar contigo, porque sé lo peligroso que es caminar sin compañía. Por esa razón, pude ver cómo la serpiente se detenía en su andar, se incorporaba enhiesta y un abrir y cerrar de ojos estaba en tu cuello. En otro par de segundos, tu mano como un abanico la derrotó, lanzándola hacía mí, haciéndome tropezar.
—¡Oh! ¿Viste eso? Podrías haberme hecho una señal.
—No, porque así como yo había decidido caminar contigo, tú habías decidido ir solo y distraído. Es por eso que mi consejo es para ti y no para mí, yo lo sigo religiosamente. Yo iba contigo, tú ibas solo, e incluso lo aceptaste hace un rato al decir, “no te había visto”.
—Jamás pensé que habría serpientes aquí. —Dijo mi interlocutor luego de un breve silencio, cambiando por alguna razón el tema.
—De esas serpientes hay en todas partes.
—¿Ah, sí?
—En todas partes, en todo el mundo, a cada paso que uno da, se esconden a veces entre la vegetación, pero están siempre…
Desvariaba un poco ya. Tal vez el reptil me había alcanzado la piel. Mi interlocutor se despidió de mí. Volvió a adelantárseme unos cuantos pasos y desapareció. Posiblemente dio vuelta en una esquina. Ninguno había mencionado ya nada sobre la controversia “caminar solo/caminar acompañado” apenas discutida. Yo no había mentido, todo lo dicho era una observación acertada. Hice una pausa, y me arrodillé para revisar mi pie. Sí, la serpiente había alcanzado mi tobillo. ¿Cómo lo logró tan rápido, si la había quitado de inmediato? Se había enredado en mí. De inmediato comencé a sentir el efecto del veneno: un mareo, un sudor frío bajando desde mi nuca, ojos nublados… Por un momento anhelé haber ido “tres pasos delante”: mi cuello habría salido indemne. A mí, el azar me había escindido la piel, y con la herida, me prohibía caminar sin compañía de nuevo.
El semblante y el corazón son discordantes gotas de lluvia balanceándose entre la amargura de la desesperanza y la dulzura de la vida decantándose con lentitud ante los días.
El azar era una serpiente de colores brillantes, titilando entre los cabellos del parque, dibujando eses engañosas y seductoras. Marchaba delante, no hacía sino marcar mi camino, hasta que de improviso se detuvo un segundo, incorporó su cabeza junto con la parte delantera de su majestuosa figura, tensó su cuerpo y saltó hacia el cuello del caminante que precedía mis pasos. Me paré en seco, mientras el reptil producía un ruido extraño, casi un bufido en el cuello de su víctima, quien, en un espasmo de supervivencia, agitó su mano derecha, arrojando de un empujón brusco a la serpiente. Ella salió volando hacia donde me encontraba, y me golpeó quedamente en el tobillo izquierdo, en el instante preciso en el que me disponía a levantar mi pie para dar un paso. Fue un golpe ligero, casi como un latido, así que no me importunó, pero no supe cómo, cuando volví a levantar mi pie, la mitad del cuerpo sinuoso se había enredado en mi tobillo, manteniendo la otra parte en el suelo, por lo qué tropecé y, aunque no caí, todo mi ser se sobresaltó. De un brinco superé a la serpiente.
—¡Demonios! ¿Por qué…? Casi me…
No obstante mi voz en grito, la anterior presa del reptil se hallaba ya un poco lejos, y no hizo caso a mi maldición.
—¡Hey!
Grité de nuevo, esta vez con más suerte o con más ánimo, pues conseguí que el caminante diera media vuelta y me mirara de arriba abajo, descubriéndome su rostro juvenil y cansado, así como su cuerpo, esbelto, pero un poco menos perfecto que aquél espléndido del azar. No supe qué decir, pues ahora tenía la atención total de un interlocutor desconocido, que además, me observaba estupefacto y casi podría asegurar, algo receloso. Me límite a repetir mi interjección, esta vez en voz más baja y sin agitación, al tiempo que me acercaba a él.
—La serpiente, saltó de pronto, la serpiente en tu cuello —balbuceé mientras señalaba de mi garganta a mi tobillo con mano temblorosa—, me hizo tropezar.
—¡Ah! Lo siento, sólo quería quitármela de encima, no pensaba molestar a nadie. No te había visto. Perdón.
—No importa. —Dije, y sonreí.
Sonreí con mi mueca más lozana y alegre, con un movimiento sincero, convulso, sin visos de la hipócrita cortesía tan común últimamente, pero el joven no me veía ya. En cuanto pronunció sus disculpas, giró su cuerpo para darme la espalda. Ahora seguía su camino. Troté un momento y lo alcancé, tomándolo del brazo.
—Hey, ¿caminas?
Mi interlocutor giró los ojos en una obvia expresión de fastidio y burla.
—Eh, sí. ¿O qué parece que hago? —Preguntó con sarcasmo.
—No lo sé. Lo dudé por un segundo.
—¿Qué dudaste?
—Dudé que caminaras. —Respondí con decisión.
—¿Eh? ¿Por qué?
—No lo sé.
—Ah, ya. —Murmuró aburrido.
—Es decir, no deberías caminar solo. Caminar no es una de esas actividades que uno debería hacer solo. Es como comer o como el amor, inclusive. Si uno lo hace solo, si uno come sin compañía, por ejemplo, cumpliría su cometido, la actividad se realizaría y se haría bien, así, sin más, sería “funcional” —y aquí me detuve un momento para tomar aire—, mas se privaría uno de lograr una actividad igual de “funcional” pero mucho más divertida. No sé, mucho más memorable.
—¡Ah!
—Pienso…
—¿Actividades memorables? Hay mil actividades inmemorables que se llevan a cabo a diario, ¿y qué? ¿Por qué caminar habría de ser distinto?
—No lo sé, tal vez se lograría más durante la caminata. ¿Qué tal mirar el paisaje? ¿Ver lo que hay alrededor?
—¿Eso se lograría caminando con alguien? —Preguntó mi interlocutor, quien gradualmente iba incluyéndose activamente en la conversación.
—Quizá, lo qué sí sé es que no se logra a solas.
—Pues… Tal vez si uno caminara con alguien sería peor, ya sabes, la obligada plática distraería la observación.
—No tanto —contesté con rapidez— la plática podría ser acerca de lo que se ve. Sin embargo, caminando uno solo, va uno tan absorto en no sé qué, que el paisaje te salta al cuello y no lo notas.
—Pues… —Y el joven se río en voz baja de mi comentario.
—Por eso, no deberías caminar sin compañía, en qué peligros te…
En ese momento giró su cuerpo hacia mí, escudriñándome una vez más, pero en esta ocasión lo hizo como tratando de encontrar algo desesperante y repulsivo en mi persona. Sin duda, mi valoración de su tarea actual le había molestado, o sólo le había enojado un poco el hecho de que, sin conocerlo, le hiciera una observación que sonaba a reprimenda y mandato a la vez. Guardé silencio.
—¿Ah, sí? ¿Y qué hay de ti? —Inquirió desafiante.
—¿De mí?
—Caminas sin compañía. Si hubieras ido tres pasos delante de mí hace un rato, la serpiente habría atacado tu cuello y no el mío, y, ya que caminabas a solas, no te habrías prevenido tampoco. Así que, ¿por qué no te aplicas tus consejos en lugar de intentar dármelos?
—Yo no camino sin compañía. Camino contigo.
—¡Bueno! —Respondió el joven encogiéndose de hombros, en actitud de hastío—. Ahora sí, pero fue hasta hace poco. Antes…ambos caminábamos solos, tú detrás de mí. Un par de solitarios.
—En absoluto —negué con la cabeza—, yo caminaba contigo. Ya había decidido estar contigo, caminar contigo, porque sé lo peligroso que es caminar sin compañía. Por esa razón, pude ver cómo la serpiente se detenía en su andar, se incorporaba enhiesta y un abrir y cerrar de ojos estaba en tu cuello. En otro par de segundos, tu mano como un abanico la derrotó, lanzándola hacía mí, haciéndome tropezar.
—¡Oh! ¿Viste eso? Podrías haberme hecho una señal.
—No, porque así como yo había decidido caminar contigo, tú habías decidido ir solo y distraído. Es por eso que mi consejo es para ti y no para mí, yo lo sigo religiosamente. Yo iba contigo, tú ibas solo, e incluso lo aceptaste hace un rato al decir, “no te había visto”.
—Jamás pensé que habría serpientes aquí. —Dijo mi interlocutor luego de un breve silencio, cambiando por alguna razón el tema.
—De esas serpientes hay en todas partes.
—¿Ah, sí?
—En todas partes, en todo el mundo, a cada paso que uno da, se esconden a veces entre la vegetación, pero están siempre…
Desvariaba un poco ya. Tal vez el reptil me había alcanzado la piel. Mi interlocutor se despidió de mí. Volvió a adelantárseme unos cuantos pasos y desapareció. Posiblemente dio vuelta en una esquina. Ninguno había mencionado ya nada sobre la controversia “caminar solo/caminar acompañado” apenas discutida. Yo no había mentido, todo lo dicho era una observación acertada. Hice una pausa, y me arrodillé para revisar mi pie. Sí, la serpiente había alcanzado mi tobillo. ¿Cómo lo logró tan rápido, si la había quitado de inmediato? Se había enredado en mí. De inmediato comencé a sentir el efecto del veneno: un mareo, un sudor frío bajando desde mi nuca, ojos nublados… Por un momento anhelé haber ido “tres pasos delante”: mi cuello habría salido indemne. A mí, el azar me había escindido la piel, y con la herida, me prohibía caminar sin compañía de nuevo.
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Sunday, 6 July 2008
El dolor que me corresponde
¡Ja!
Mira cómo te escupo a la cara, destino,
y dejo pasar a mi lado
mordiéndome el labio inferior
y entrecerrando los ojos,
el dolor que me corresponde.
Los crepúsculos jamás se unen,
nadie jamás "es".
Aunque las situaciones no se repiten,
en mis nervios imbéciles
que guardan mis sucesivas
aproximaciones a la verdad,
dos emociones se agitan siempre
en el mismo constante remolino.
Suben y miran por varias ocasiones
consecutivas al destino verdugo
las promesas de las consecuencias,
y casi las piernas se escapan
si de los labios huyen la serenidad
o la falta de deseo.
Pero las facciones más finas,
una mirada más seca,
la visión de la lozana juventud,
no son vencidas por esta nueva
ansiedad que surge de mi pecho,
fresca y ya moribunda.
(Con la frescura de la novedad,
y la amargura de la brevedad
de su débil y monótona repetición.)
¡Jaja!
Y en lugar de fijar mis sienes
rumbo hacia la fatal desazón,
mis labios se tuercen en una mueca
de hilaridad discordante y tenaz,
seguros de que se escapan
por no poder ser atrapados.
Pero no me engañas tú,
sino que yo finjo engañarme,
porque si inexorablemente
he de llegar a ese cierto sitio,
no serás tú quien me lleve.
¡Ja!
Mira cómo no le huyo a tus ojos, destino,
como si mi absurda insolencia
rompiera tus huesos y no los míos,
que ni siquiera escindidos
se desafanan de tus cadenas.
¡Ja!
Mira cómo te escupo a la cara, destino,
y dejo pasar a mi lado,
hasta que se funde en mi memoria,
el dolor que me corresponde.
Mira cómo te escupo a la cara, destino,
y dejo pasar a mi lado
mordiéndome el labio inferior
y entrecerrando los ojos,
el dolor que me corresponde.
Los crepúsculos jamás se unen,
nadie jamás "es".
Aunque las situaciones no se repiten,
en mis nervios imbéciles
que guardan mis sucesivas
aproximaciones a la verdad,
dos emociones se agitan siempre
en el mismo constante remolino.
Suben y miran por varias ocasiones
consecutivas al destino verdugo
las promesas de las consecuencias,
y casi las piernas se escapan
si de los labios huyen la serenidad
o la falta de deseo.
Pero las facciones más finas,
una mirada más seca,
la visión de la lozana juventud,
no son vencidas por esta nueva
ansiedad que surge de mi pecho,
fresca y ya moribunda.
(Con la frescura de la novedad,
y la amargura de la brevedad
de su débil y monótona repetición.)
¡Jaja!
Y en lugar de fijar mis sienes
rumbo hacia la fatal desazón,
mis labios se tuercen en una mueca
de hilaridad discordante y tenaz,
seguros de que se escapan
por no poder ser atrapados.
Pero no me engañas tú,
sino que yo finjo engañarme,
porque si inexorablemente
he de llegar a ese cierto sitio,
no serás tú quien me lleve.
¡Ja!
Mira cómo no le huyo a tus ojos, destino,
como si mi absurda insolencia
rompiera tus huesos y no los míos,
que ni siquiera escindidos
se desafanan de tus cadenas.
¡Ja!
Mira cómo te escupo a la cara, destino,
y dejo pasar a mi lado,
hasta que se funde en mi memoria,
el dolor que me corresponde.
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Sangrado Frágil
Sangrando frágilmente:
mis brazos heridos por el desespero y su poesía;
aullando a la noche,
ésa en la que entendería
porqué todo es sobrevalorado.
Un instante que divide lo que ha sido
de aquello que está a punto de ser.
Raramente había soñado con tanta soledad,
con tanto enfermizo silencio.
Encontré una antigua pieza escrita,
que yacía sobre una húmeda cama;
encontré esa interminable pieza escrita,
que yacía junto a mi joven tumba.
Frágiles vidrios son mis manos; hoy,
que todo es rojo y violeta.
No podría ver ese par de ojos perfectos,
pero es fácil percibir la duda de la noche.
Un segundo que divide lo que ha sido
de aquello que desde ahora será.
Bajo mi piel vive la ruindad,
vive el amor, vive la ausencia.
He aquí esta medianoche cuando
encontré una antigua pieza escrita
que yacía sobre nuestra húmeda cama:
yacía junto a mi propia tumba.
“Flotando como un ángel entre la multitud
En la noche ibas perdido.
Y jamás he visto tu corazón
Pero es capaz de lastimarme el recordar
Que más de una vez recé por verte morir”
Podría ser que realmente no siente
congoja mi amargo corazón.
Quizá simplemente está asustado.
(En realidad no me preocupa.)
Escucha la ternura que trae el canto de las aves,
observa la luz traída por la oscuridad con su canción.
La madrugada ha creado un nuevo encanto:
éste no es el hechizo del amor,
es sólo el veneno de un estéril ardor.
Pero esta noche he silenciado a mi culpa
mis brazos heridos por el desespero y su poesía;
aullando a la noche,
ésa en la que entendería
porqué todo es sobrevalorado.
Un instante que divide lo que ha sido
de aquello que está a punto de ser.
Raramente había soñado con tanta soledad,
con tanto enfermizo silencio.
Encontré una antigua pieza escrita,
que yacía sobre una húmeda cama;
encontré esa interminable pieza escrita,
que yacía junto a mi joven tumba.
Frágiles vidrios son mis manos; hoy,
que todo es rojo y violeta.
No podría ver ese par de ojos perfectos,
pero es fácil percibir la duda de la noche.
Un segundo que divide lo que ha sido
de aquello que desde ahora será.
Bajo mi piel vive la ruindad,
vive el amor, vive la ausencia.
He aquí esta medianoche cuando
encontré una antigua pieza escrita
que yacía sobre nuestra húmeda cama:
yacía junto a mi propia tumba.
“Flotando como un ángel entre la multitud
En la noche ibas perdido.
Y jamás he visto tu corazón
Pero es capaz de lastimarme el recordar
Que más de una vez recé por verte morir”
Podría ser que realmente no siente
congoja mi amargo corazón.
Quizá simplemente está asustado.
(En realidad no me preocupa.)
Escucha la ternura que trae el canto de las aves,
observa la luz traída por la oscuridad con su canción.
La madrugada ha creado un nuevo encanto:
éste no es el hechizo del amor,
es sólo el veneno de un estéril ardor.
Pero esta noche he silenciado a mi culpa
y al vacío de mi interior.
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El funeral de la medianoche
"...cuando la medianoche ha muerto...
cualquier cosa puede ser verdad..."
La madrugada ya no es más un sueño
ante los ojos y entre los cabellos,
el frío que congela la garganta
atormenta también a la piel.
La luna olvidadiza descansa y se relaja,
perdida la firmeza con la que sangraba
hace treinta minutos o tal vez diez.
En la plaza que por las mañanas
es escenario del vertiginoso ir y venir;
que por las tardes la lluvia lacera
con su ignominia ruidosa que no cesa;
los gatos son amos y se pasean impunemente,
son amos y corren, todo les pertenece,
salvo el pequeño cuadro de asfalto
donde flotan el par de enamorados.
Alrededor las calles desahuciadas, el silencio,
sólo roto por el rumor del viento,
y por los altibajos constantes de un ajetreo:
por los desvaríos del aliento.
Sus labios se mecen en la noche helada
que no parece extinguirse, que no teme al final.
Las ventanas están cerradas,
las cortinas corridas, las luces apagadas,
nadie espía el idilio con ojos inquisidores
o moralistas como lo harían bajo el sol.
Nada rompe la calma palpitante del amor,
agitada en medio del vacío;
y qué bien se siente estar a la vista de todos
sin ser visto por nadie.
Par de amantes impetuosos
que no recelan de la ropa que cae,
ni desconfían del clima tan cruento,
ni temen la afrenta a la propia vanidad.
Un par de sonrisas sinceras,
de alegres miradas brillantes,
y la madrugada se ilumina en el cielo,
y su resplandor les rodea y les cobija.
Hasta que de repente un haz belicoso,
que presagia a un voraz gruñido
emitido por dos máquinas locas,
rompen todo el universo creado;
¿cómo es que confiamos tanto
en que todos dormían?
Alguien espiaba detrás de las cortinas,
alguien se escondía para mirar
la pasión desbordada en el preludio
de un alba naranja y encendida;
pero, ¿quién sería tan cobarde como
para estar observando en cubierto?,
¿quién ha destruido el idilio?
Alguien no dormía, alguien miraba,
alguien esperaba vernos de pie
en el mutuo y extático abrazo.
Alguien llamó a la policía.
Nos increparon, y de nuestros labios
tan ebrios de enajenación
no brota palabra alguna.
Quieren revisar mis cosas,
me exigen vaciar mi mochila.
¿Buscan drogas? —¡Torpes!—
¿Alcohol, tal vez? —No, no lo sé—.
Pero en mis bolsillos no llevo
más que el luto por la ilusión pasada,
(ya no recuerdo a la ilusión,
mas el duelo aún pervive).
Y luego de palparnos de arriba abajo
en rápida y benigna inspección,
nos miran una vez más antes de irse.
Me es imposible asegurar
si simplemente nos despachan
o si nos amenazan también,
pero entrelazando las manos
emprendemos la marcha, mientras
de nuestras bocas surgen las palabras
amorosas y de indescriptible esperanza,
la confianza en el nuevo futuro;
y los abrazos que lo predicen
nos hacen detenernos más de una vez.
Las caricias alimentan la piel, hidratan
el sentido, la razón ya no importa.
Caminamos lentamente y pienso
cómo siempre tengo el mismo sueño,
siempre tengo el sueño
de no tener que volver a ningún sitio,
nunca tener que volver,
siempre, siempre al mismo sitio.
Los amantes van meciéndose
en el viento suspendido,
y el tiempo parece desplegar
afablemente los segundos
con menor prodigalidad
que la mostrada
hasta hace unas cuantas horas.
Pero ¡ah!, ahí, cortando nuestra retirada,
ya nos aguarda su padre de mirada severa,
con el odio en las manos y la rabia en sus venas.
Sé que siempre desconfió de mí.
Lo sé... Pero no me preocupa,
sólo me pregunto si escuchó
lo que en medio de la plaza desierta
los amantes se confesaron.
Y aún más... a su lado nos espera mi madre,
quien me mira con ese talante atroz
capaz de hacerme bajar la cabeza,
y llorar hacia dentro, sin ruido.
(Nadie más logra ese truco
de hemorragia interna en mí.)
Nos vieron, nos vieron. Lo sé.
No lo dicen, no lo dirán, pero lo sabemos.
No pienso en qué harán, ya no hay tiempo:
los instantes han vuelto a tomar
su terrorífica y común velocidad.
Porque ya separan a los amantes,
quienes no oponen resistencia,
y a cada uno por su lado, los hacen cruzar
el jardín negro, sembrado
de perros hambrientos cuyas fauces rojas
se parecen un poco a la luna
medio mortecina de esta madrugada.
Ya no se ven los amantes,
ya no puedo voltear.
¿Quién arruina y martiriza
la felicidad única de mi vida?
¿Quién espiaba en su cobardía
la sinceridad de dos corazones
ilusos, sí... pero apasionados?
Cuando el dolor de los recuerdos se apaga,
cuando se decolora la obstinada madrugada
vuelvo a tener el mismo sueño.
Los amantes siempre tienen el mismo sueño:
no tener que volver a ningún lugar.
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Pan y Sangre
No es loable que mi corazón
bombee y difunda una sangre maldita,
que gira, subiendo y bajando,
viviendo e imbuyendo vida a la pasión.
Mirando los platos, los cálices, pienso
en algunos vacíos ceniceros
que sobre las mesas se olvidaban
sin guardar ningún resto.
Descanso, pero en tensión,
firme y recta la espalda,
mientras mi voz enmudecía, noté,
entre las miradas perdidas
a quienes tranquilamente soñaban
la belleza del futuro perfecto
que sólo ellos sabían cierto.
Llena la copa y servido el plan,
hermoso debe ser alimentar el alma
con la calma del espíritu, cuidando
tan sólo a la sensación y satisfechas
las necesidades de un dolor pasado.
Comer, beber: dulce, es deleite, un placer,
y ver el arte de los platos no lo es menos,
al menos no lo sería...
¡Si sólo no tuviera sed...!
Mi sed insaciable de muerte insatisfecha.
Corazón, alma, soplo de vida: muertos.
Para esta desazón no hay refrigerio,
sólo habrá nuevos reproches.
bombee y difunda una sangre maldita,
que gira, subiendo y bajando,
viviendo e imbuyendo vida a la pasión.
Mirando los platos, los cálices, pienso
en algunos vacíos ceniceros
que sobre las mesas se olvidaban
sin guardar ningún resto.
Descanso, pero en tensión,
firme y recta la espalda,
mientras mi voz enmudecía, noté,
entre las miradas perdidas
a quienes tranquilamente soñaban
la belleza del futuro perfecto
que sólo ellos sabían cierto.
Llena la copa y servido el plan,
hermoso debe ser alimentar el alma
con la calma del espíritu, cuidando
tan sólo a la sensación y satisfechas
las necesidades de un dolor pasado.
Comer, beber: dulce, es deleite, un placer,
y ver el arte de los platos no lo es menos,
al menos no lo sería...
¡Si sólo no tuviera sed...!
Mi sed insaciable de muerte insatisfecha.
Corazón, alma, soplo de vida: muertos.
Para esta desazón no hay refrigerio,
sólo habrá nuevos reproches.
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Cartas
Algunas veces recibo cartas
cuyas palabras cuidadosamente tejidas
en blancas hojas de vidrio
se clavan en mis ojosy me roban la tranquilidad.
No sé quién escribe,
desconozco sus manos y sus dedos
hábiles traen sueños difusos
desde otros territorios.
Algunas veces recibo cartas
e imagino sin querer que escriben
tus finos cabellos y tus labios delicados;
que tus ideas viajan desde
tu mente hasta mi ocio desbordando
todas mis ansias de vivir.
Pero tú jamás escribes.
Y tus ojos brillantes de acero,
de lujuria contenida,
se parecen mucho a los ojos
de la muerte traviesa
que acecha a diario mi soledad.
cuyas palabras cuidadosamente tejidas
en blancas hojas de vidrio
se clavan en mis ojosy me roban la tranquilidad.
No sé quién escribe,
desconozco sus manos y sus dedos
hábiles traen sueños difusos
desde otros territorios.
Algunas veces recibo cartas
e imagino sin querer que escriben
tus finos cabellos y tus labios delicados;
que tus ideas viajan desde
tu mente hasta mi ocio desbordando
todas mis ansias de vivir.
Pero tú jamás escribes.
Y tus ojos brillantes de acero,
de lujuria contenida,
se parecen mucho a los ojos
de la muerte traviesa
que acecha a diario mi soledad.
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En los días rotos
Los ruidos ensordecedores que debo acallar para ver elevarse
una voz que canta dulcemente y vence a todas las voces
de reproche en mi cabeza, han traído en esta ocasión
un camino nuevo de nostalgia, que se desvanece y vuelve
a nutrirse de vida, cuando llega a la base
de una refrescante cascada, cuya garganta se desangra
en un llanto fresco y alegre de serena inquietud, espumoso
escándalo, torrente de energía, esclavo de arrebato, beatitud.
Bañada por los rayos de sol, cubierta por las gotas
del mar prometido y lejano, hay una flor en la cima
de esta escarpada montaña: ésa es la flor que quiero;
ésa solamente y no podrá ser otra la que me torture con su anzuelo
de perfumada ternura, esa silente obsesión, esa
peligrosa aventura de pasión palpitante.
Con tintura única, aroma fugaz,
como un segundo detenido,
como el latido del corazón
cuando es más fuerte, más profundo y firme
que el estallido de los cristales.
Las hermosas flores que en el sendero
vivieron y murieron, tapizan el siempre lozano, fresco,
el mentiroso camino hacia el ciego fervor del nuevo e idéntico día,
que enamora a la ingenua noche, joven y moribunda.
Esas flores bellas, muertas, cuyos engañosos colores
son como guías en el sendero, sólo sirven para ser pisadas:
protegen el trajín del condenado.
En cambio tú, que sin llamar la atención me has herido
con una espina dulce e inofensiva, me has dejado de rodillas,
suplicando por una mano que cure y me libere del suplicio de mirarte
sin saber cuándo me acariciarán los pétalos tibios, delgados
los pétalos húmedos de rocío.
Tú, esbelto engaño vestido de debilidad,
cuyo vaivén constante e involuntario
presagia las sacudidas de una tristeza
constante como la sonrisa de una ola al romperse,
llorando su lágrima nueva con el mismo sollozo de desolación,
una voz que canta dulcemente y vence a todas las voces
de reproche en mi cabeza, han traído en esta ocasión
un camino nuevo de nostalgia, que se desvanece y vuelve
a nutrirse de vida, cuando llega a la base
de una refrescante cascada, cuya garganta se desangra
en un llanto fresco y alegre de serena inquietud, espumoso
escándalo, torrente de energía, esclavo de arrebato, beatitud.
Bañada por los rayos de sol, cubierta por las gotas
del mar prometido y lejano, hay una flor en la cima
de esta escarpada montaña: ésa es la flor que quiero;
ésa solamente y no podrá ser otra la que me torture con su anzuelo
de perfumada ternura, esa silente obsesión, esa
peligrosa aventura de pasión palpitante.
Con tintura única, aroma fugaz,
como un segundo detenido,
como el latido del corazón
cuando es más fuerte, más profundo y firme
que el estallido de los cristales.
Las hermosas flores que en el sendero
vivieron y murieron, tapizan el siempre lozano, fresco,
el mentiroso camino hacia el ciego fervor del nuevo e idéntico día,
que enamora a la ingenua noche, joven y moribunda.
Esas flores bellas, muertas, cuyos engañosos colores
son como guías en el sendero, sólo sirven para ser pisadas:
protegen el trajín del condenado.
En cambio tú, que sin llamar la atención me has herido
con una espina dulce e inofensiva, me has dejado de rodillas,
suplicando por una mano que cure y me libere del suplicio de mirarte
sin saber cuándo me acariciarán los pétalos tibios, delgados
los pétalos húmedos de rocío.
Tú, esbelto engaño vestido de debilidad,
cuyo vaivén constante e involuntario
presagia las sacudidas de una tristeza
constante como la sonrisa de una ola al romperse,
llorando su lágrima nueva con el mismo sollozo de desolación,
en la cima de la escarpada montaña, servirás para ser arrancada.
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Saturday, 28 June 2008
Girls and Boys
I came to remember this song thanks to Blaqk Audio's Cover. I think it's great in both versions, though the new one sounds a lot more american and modern, a little less Euro. Anyway, it does not take out its fresh almost disco sound. I was a little surprised that for BA's version there was not any change in the lyrics, specially for that part that goes "love in the 90's is paranoid", but again, what could be said instead of that? I guess it is left like a metaphor or something.
I have heard and read many interpretations of this song... Some people think it deals on sex freedom and/or bisexualism/homosexualism, etc... Others think the meaning of this song it's not sexual preference but empty sex... I guess this last one goes for that "love in the 90's is paranoid", as if no one thinks of love, but only of sex. It is also about party on the Mediterranean, which includes the last 2 interpretations. Also, it conveys a little critic about young people, like if saying that thinking of sex and do almost anybody (just because you 'love' someone, and doesn't matters his/her gender) gets their mind a little slow... Making everyone thinking in the same way, having no more than 5 thoughts in head.
This song was the second one I heard from Blur (the first one being "Song 2"), and I liked it pretty much, even if it's quite different from their 'brit' sound. The new version is also ok, since Havok's voice it's very similar to Damon's.
"GIRLS AND BOYS"(Blur)
Street's like a jungle
So call the police
Following the herd
Down to Greece
On holiday
Love in the 90's
Is paranoid
On sunny beaches
Take your chances
Looking for
Girls who are boys
Who like boys to be girls
Who do boys like they're girls
Who do girls like they're boys
Always should be someone you really love
Avoiding all work
'Cuz there's none available
Like battery thinkers
Count your thoughts
On one two three four
Five fingers
Nothing is wasted
Only reproduced
You get nasty blisters
"Du bist sehr schön"
But we haven't been introduced
Girls who are boys
Who like boys to be girls
Who do boys like they're girls
Who do girls like they're boys
Always should be someone you really love
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Definiciones,
Musik,
Teorías
Friday, 27 June 2008
Deep Red
"Deep Red"
(Apoptygma Berzerk)
Deep Red is blurring my eyes
I'll wait in the closet until tonight
I want you to explain your feelings for me
The blade on your skin is what matters to me
I will wait for you to scream and shout
But you open your mouth the blood runs out
The knife cuts through her skin
And your heart starts beating faster
You feel the pressure within
As you look into her eyes
First, it's pretty evident this song has to do something with Dario Argento's motion picture, or can it be just a coincidence they both share the title? It could be, of course, but it's not very likely. I guess this song has do with sex or with a murder. Or maybe with sex seeing as a way to inflict wounds. It's greatly poetic that first part of "deep red is blurring my eyes", as if saying that rage, passion, furor, etc., is taking over the narrator, dominating him, nourishing his hard feelings but also giving him patience until the right moment rises ("I'll wait in the closet until tonight"). Also, this guy (killer?) thinks that to produce fear on somebody, to take someone to her limits is an efficient way to communicate ("I want you to explain your feelings for me"). Maybe he just wants the thrill of hear her "scream and shout" and does not expect death, since that "but...you open your mouth, the blood runs out" bit. It's evident the narrator knew that if he wanted her to scream and shout she would have to open her mouth, but maybe he wanted to listen to her "eyes".
It's not my time
Thank God I almost got completely over from my finger's wound. It still hurts a little whenever I put my hand in my pocket, which I do rather often, since I keep my music device in it. But anyway, I can play and I can write again. That's great news. To celebrate that I'm beginning with this blog... Let's see if this lasts... I get bored of internet pretty easy... :P
First, this song from 3 doors down, the first single off their latest album... Not a great song indeed, pretty much the same than in their "17 days" record and of course, a lot like some off "away from the sun". Anyway, I liked the lyrics very much (the music reminds me of "when I'm gone"), maybe just because it seems to relate to my life.
"IT'S NOT MY TIME"
(3 doors down)
Looking back at the beginning of this and how life was
Just you and me and love and all of our friends
Living life like an ocean
Now the currents slowly pulling me down
It's getting harder to breath
It won't be too long and I'll be going under
Can you save me from this?
'Cause it's not my time I
'm not going
There's a fear in me
It's not showing
This could be the end of me
And everything I know I won't go
I look ahead to all the plans that we made
And the dreams that we had
I'm in a world that tries to take them away
But I'm taking them back
All this time I've just been too blind to understand
What should matter to me
My friend, this life we live
Is not what we have it's what we believe
It's not my time I'm not going
There's a fear in me
It's not showing
This could be the end of me
And everything I know
I won't go
There might be more than you believe
There might be more than you can't see
It's not my time I'm not going
There's a fear in me It's not showing
This could be the end of me
And everything
I know It's not my time I'm not going
There's a will in me
Now it's gonna show
This could be the end of me
And everything I know
There might be more than you believe
There might be more than you can see I won't go
No I won't go down
My interpretation: just when you're kinda sad and all that because some love failed, you just begin to find some other things that interest you. Not that you haven't seen them before, but you start to appreciate them because you need something to get a hold onto... I had this lover who I first listened the second album by 3 doors down with, and we have lot of "plans and dreams", which were finally lost because they were made out of dust. Now, some years later I have to find a way out to rebuild my own life again. I like specially the part that goes "I'm in a world that tries to take them away, but I'm takin' 'em back", sounds pretty optimistic...
Etiquetas:
Lovesickness,
Musik,
Teorías
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